Clarín

“La gente está bebiendo agua servida, contaminad­a de sangre”

Se lo dijo el sacerdote argentino Hernández a su hermana. Dirige una parroquia en Gaza.

- MENDOZA. CORRESPONS­AL Roxana Badaloni elmundo@ clarin.com

La madre de Jorge Hernández (39), el único cura católico de la Franja de Gaza, pasa horas junto al teléfono en su casa de Villa Atuel, en la ciudad mendocina de San Rafael, esperando el llamado diario desde la zona de conf licto. “La falta de agua es desesperan­te, es mi mayor preocupaci­ón. La gente está bebiendo agua servida, contaminad­a de basura y sangre”, le dijo el cura a su hermana Silvina en la última comunicaci­ón con su familia, ayer a las 10, hora de Argentina.

El sacerdote mendocino pertenece a la Congregaci­ón del Verbo Encarnado y lleva casi siete años en Gaza a cargo de la iglesia Sagrada Familia, una escuela para chicos discapacit­ados y un hogar de ancianos.

Su hermana dijo que el jueves por la noche, “por primera vez en muchos días”, no hubo bombardeos y en la mañana pudieron desayunar todos juntos, los chicos, las madres y los ancianos.

A sus padres que están enfermos, Luisa ( 62) y Jorge ( 66), el cura les ha pedido que no miren las noticias para no preocupars­e y les prometió que tratará de seguir comunicánd­ose cada día. La madre sufrió un ACV y el padre tiene problemas cardíacos y en un riñón.

“Sólo tiene un par de horas de electricid­ad con los generadore­s que los utiliza para cargar la batería del celular y hace dos llamadas por día: a nosotros y a su superior en Medio Oriente, Marcelo Gallardo”, contó a Clarín Silvina Hernández.

El responsabl­e de la única iglesia católica de Gaza sigue refugiado en su capilla junto a seis religiosas, tres del convento de la Virgen de Mataró del Instituto del Verbo Encarnado y otras tres seguidoras de María Teresa de Calcula.

“Está muy preocupado porque dice que la situación humanitari­a en Gaza cada vez se agrava más”, dijo la hermana. Jorge les ha relatado lo cómo viven los habitantes de la Franja: “Hay hambre, no dejan entrar alimentos y tampoco se lo permiten a las Naciones Unidas y los organismos mundiales que podrían hacerlo”.

Explicó la mujer que su hermano le cuenta que lo que más perjudica es no tener agua potable: “En la desesperac­ión, (la gente) ha empezado a tomar agua de mar. Gracias a Dios, él todavía tiene algunos recursos pero al tener a su cargo a las refugiadas que son mujeres con bebés, 29 chicos discapacit­ados y 10 ancianos, la higiene es necesaria y nos dice que no le queda mucho más para dar”.

El cura Jorge está desde hace más de seis años en la zona de conflicto. ”Ésta es la tercera guerra que le toca sufrir”, reseñó Silvina. Y explicó por qué su hermano se ha negado a ser trasladado a un sitio más seguro: “Sinceramen­te, él nos dice: ‘¿A dónde vamos?’. Toda Gaza es un peligro”. Hace poco el papa Francisco le envió una nota de apoyo y solidarida­d.

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/ AFP Misa. El sacerdote argentino en su parroquia en el centro de Gaza.

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