Clarín

Sólo tiene un pequeño bar Reabrió la Richmond, pero ahora como local deportivo

La antigua confitería cerró hace tres años. Sus nuevos dueños la restauraro­n pero cambiaron de rubro. Y quedaron elementos originales: las arañas de bronce y opalina iluminan percheros de ropa.

- Nora Sánchez nsanchez@clarin.com

A tres años de su cierre, ayer reabrió la Richmond. Pero el local de Florida 468 ya no funciona como confitería: ahora es una tienda multimarca de indumentar­ia deportiva de la cadena Just for Sport. Como un reconocimi­ento a su historia, en la parte de atrás armaron una pequeña cafetería, con mobiliario original. Pero al menos ayer, pocos se detuvieron a tomar café.

En la marquesina, sostenida por dos reluciente­s columnas doradas, se mantiene el nombre “Richmond”. Y en la fachada, que fue restaurada por el Gobierno porteño, todavía está el cartel que anuncia “Salón de Té. Cocteles”, como un guiño al pasado. “La fachada se restauró como la original, al igual que la de otros ocho edificios de la calle Florida, en el marco del plan de obras de mejora del microcen-ntro”, cuenta Patricio Di Stéfano, subsecreta­rio de Uso del Espacio Público de la Ciudad.

En el interior, el local tambiénn luce totalmente recuperado. Tan-nto que se da una paradoja: es elel mismo, pero es otro. La boiseriee de roble de Eslavonia está per-rfecta, pero ahora es el fondo de e exhibidore­s de zapatillas. Tam-bién brillan las arañas holandesas de bronce y opalina, todoo un lujo que en esta nueva etapa ilumina percheros.

Hacia la mitad del local sigue intacta la barra, con la imagen que evoca una escena de caza británica detrás. Este sector fue convertido en un pequeño bar, con ocho mesas de la antigua conon fitería, con sus respectivo­s sillones y sillas Chesterfie­ld tapizados en cuero. Los mismos donde solían sentarse Jorge Luis Borges, Leopoldo Marechal, Oliverio Girondo y el resto del grupo de Florida, a mediados de los años 20.

Si un nuevo grupo literario quisiera reunirse en este espacio, podría elegir entre tomar té o café en cápsulas a $ 20 cada uno, las dos opciones del menú actual. Y tendría que convivir con turistas en busca de zapatillas. Ayer a la tarde, las mesas permanecía­n vacías. “Entré para mirar la ropa y no sabía que este lugar había sido una confitería. Es muy bonito”, comentó Sarinha, recién llegada de la ciudad brasileña de San Pablo.

Pero el local no sólo recibió a potenciale­s compradore­s. Varias personas, sobre todo gente mayor, entró para ver cómo había quedado la alguna vez confitería. “Esto es lo mismo que si reabrieran Harrods como otra cosa. No tiene nada que ver con la tradición de la calle Florida”, se quejó Mónica. Su amiga Elsa recordó: “Yo trabajé en Gath & Chaves y cuando cerró, en diciembre del 73, pasé a Harrods. Florida era mi mundo. Y solía venía a tomar el té a la Richmond. El mozo traía un carrito con una tetera de plata. Pero ahora no me sentaría a tomar un café en este lugar”.

Otras personas salieron conformes. Como Natalio, de 77 años, que comentó: “Soy ingeniero y me gusta observar el progreso. Es muy difícil sostener un local tan valioso como este vendiendo café. Hoy los bares ocupan espacios más chicos. Y acá abrieron un negocio comercial más acorde a las necesidade­s actuales de Florida y hasta dejaron un espacio para café. En otras ciu- dades existe una legislació­n desde hace años que preserva los edificios de algunos barrios. Pero sin una legislació­n previa, no le podés impedir al dueño que disponga de su local”, opinó.

El edificio de la Richmond fue construido por el arquitecto belga Jules Dormal, el mismo que dirigió la obra del Palacio del Congreso Nacional y la terminació­n del Teatro Colón. La confitería abrió

en 1917, era bar notable y formaba parte de un listado de 600 edificios con protección cultural. Pero en los últimos años la actividad había decaído y sus dueños vendieron el local a un grupo inversor en US$ 9 millones. En la Legislatur­a porteña trataron de impedir el cierre declarando a la Richmond “sitio histórico”, pero aún así bajó la persiana el 15 de agosto de 2011.

Pero la batería de leyes que protege a la Richmond, sólo impide

modificaci­ones edilicias, pero no el cambio de rubro. En este marco, la firma Just for Sport se hizo cargo del local y encaró una obra de restauraci­ón siguiendo exigencias planteadas por el Ministerio de Cultura. Las joyas arquitectó­nicas se mantienen, la actividad no. Los

tiempos cambiaron.

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Los elementos originales de la confitería que abrió en 1917 conviven con la ropa deportiva (arriba). La Richmond antes del cierre en 2011 y el bar que abrió ayer junto al negocio, aún sin clientes (abajo).
Tiempos de cambio. Los elementos originales de la confitería que abrió en 1917 conviven con la ropa deportiva (arriba). La Richmond antes del cierre en 2011 y el bar que abrió ayer junto al negocio, aún sin clientes (abajo).
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Fachada. Restaurada, con el viejo letrero y el logo de la cadena deportiva.

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