Clarín

Borges, entre el pensamient­o ateo y la inquietud religiosa

Disertaron María Kodama y Gianfranco Ravasi, uno de los intelectua­les más brillantes del Vaticano.

- Diego Erlan derlan@clarin.com

“La lectura de Borges nos ayuda a entender al hombre, sus relaciones interperso­nales y su apertura a la trascenden­cia.” Con estas palabras del papa Francisco, transmitid­as por el Cardenal Arzobispo de Buenos Aires Mario Poli, se realizó ayer la mesa en torno al tema “Borges y la trascenden­cia”, en el imponente salón de actos de la Facultad de Derecho, en el marco del Foro Ecuménico Social Atrio de los Gentiles. Gianfranco Ravasi, presidente del Consejo Pontifico para la Cultura y uno de los intelectua­les más brillantes del Vaticano, es el organizado­r de esta serie de encuentros en los que pensadores laicos y religiosos hablan públicamen­te sobre cuestiones de religión, cultura, espiritual­idad y enseñanza.

Acompañado por Maria Kodama, el rabino Daniel Goldman y el filósofo Santiago Kovadloff, la conferenci­a de Ravasi fue el testimonio de un lector apasionado de Borges que intenta rastrear e interpreta­r a Borges desde la óptica cristiana. “La de Borges no es la óptica del creyente”, entiende Ravasi, “es la inquietud del poeta agnóstico.”

La esencia agnóstica en el pensamient­o de Borges fue el núcleo central de la disertació­n de su viuda, Maria Kodama, quien decidió rastrear el significad­o de la palabra agnóstico: “Significa aprender lo inasible a partir de la capacidad de razonar” y recordó: “Borges desde la infancia sintió la inquietud metafísica”. En sus últimos años, Borges acostumbra­ba a preguntars­e si aca- so había otra vida, pensaba en las posibilida­des de que hubiera una, la más lógica y la menos lógica. “A lo mejor por su orgullo no quería pedirme hablar con un sacerdote”, aseguró María Kodama en una entrevista con Martin Hadis, y ella ofreció llevarle un teólogo para que pudiera hablar con él. “Bueno, ¿qué quiere decirme, si quiero hablar con un sacerdote?” Borges, entonces, aceptó que le llevara un sacerdote católico (“por mi madre”) y uno protestant­e o calvinista (“por Granny”, así llamaba a su abuela). Entre esas dos creencias siempre se movió Borges.

Goldman, por su parte, quiso pensar el título de la mesa: cómo trascendió Borges y cómo pensó Borges la trascenden­cia. Una arista de la trascenden­cia, explicó Goldman, es la capacidad de pensar, y pensar es olvidar las diferencia­s. “En una época en la que las neurocienc­ias nos quieren enseñar a pensar, leer a Borges es comprender el sentido de la pluralidad. Dios no es sino lo que puede llegar a ser”.

Kovadloff concluyó la mesa en esta misma línea: “La religión, a Borges, le interesaba más como problema, como dilema intelectua­l”, señaló, y sugirió que el hombre y sus desvelos fueron la materia prima de sus ficciones. En este punto coincidió con el mensaje del Papa Francisco, que supo llevar a Borges a sus clases en el Colegio de la Inmaculada Concepción de Santa Fe, a mediados de los años sesenta, cuando tenía solamente 28 años. Por aquel entonces, el joven padre Bergoglio le pidió a Jorge Luis Borges que diera una clase sobre la literatura gauchesca y más tarde, ambos organizaro­n un concurso de cuentos entre todos los que habían escrito los alumnos. Con esta mesa, el admirador de aquel escritor que solía preguntars­e frecuentem­ente sobre la eternidad pudo finalmente rendirle su homenaje.

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MARTíN BONETTO. En la mesa. Se sucedieron las ideas en torno al tema “Borges y la trascenden­cia”.

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