Realización de trazo grueso
El otro clásico de Puccini subió en La Plata con una deslucida puesta en escena de la directora Valeria Ambrosio.
Tosca Autor Giacomo Puccini Director Carlos Vieu Régie Valeria Ambrosio Escenografía Ana Repetto Sala Teatro Argentino, domingo 23. Repite días 27, 28, 29 y 30.
Un poco en broma, suele decirse que la música de Puccini suena mejor de lo que en realidad es, que es el drama pucciniano el que le presta fuerza y distinción. Por supuesto, resulta imposible acordar con un juicio tan audaz. Sin embargo, hay que decir que la dirección escénica de esta nueva Tosca del Argentino es tan pobre que hasta consigue violentar la preciosa partitura.
Con indisimulable didactismo, la escenografía de Ana Repetto replica y amplifica los aspectos más evidentes de cada protagonista. La nave central de una ostentosa iglesia sigue paso a paso el ánimo del libreto y en un juego de edición que nació envejecido nos mostrará una bandada de pájaros que atraviesa el ábside a contraluz cuando Cavaradossi y Tosca hablan de su amor. Poco después de la edulcorada escena, la proyección se arremolinará deformando la visión de la iglesia, mostrando la inadecuación de Tosca a la realidad. Sin defraudar las peores expectativas, se volverá acromática cuando el malvado Scarpia aparezca. No sólo se embeberá en sangre para acompañar la tortura de Cavaradossi, sino que, decidida a no ahorrarnos nada, proyectará en pantalla gigante el rostro desfigurado por los golpes de los delfines del maldito policía.
A tono con la escenografía, la dirección de Ambrosio es de un trazo tan grueso que vuelve caricaturescas las actuaciones y debilita la expresión del canto: escenas corales abigarradas y acciones tratadas con fórmulas gastadas -cámara lenta, inmovilidad o figurantes de espaldas a escena- distraen del drama cuando no producen comicidad aún en los pasajes más duros.
Sin embargo, la música de Puccini sobrevive gracias al talento de instrumentistas y cantantes: es cierto que a esta Tosca (Amparo Navarro) le falta calidez y que a Cavaradossi (José Azócar) le sobra fuerza, pero se hace difícil desvincular esas durezas de la dirección, especialmente cuando se percibe también cierta incomodidad en el Scarpia encarnado por el más dúctil de nuestros bajos, Hernán Iturralde. En el ramplón juego de figura y fondo de la puesta, el resto del elenco no adquiere mayor relieve, aunque cada una de las intervenciones solistas fue más que digna desde el punto de vista de los recursos vocales.
Voces y orquesta salvaron la función. Bajo la batuta de Carlos Vieu, las poquísimas pifias de la orquesta pueden ser observadas como meros accidentes dentro de un expresivo fluir orquestal. Los coros, preparados por Hernán Sánchez Arteaga y Mónica Dagorret (Niños) también cumplieron su parte.