Clarín

La gloria ahora tiene colores

- Waldemar Iglesias wiglesias@clarin.com

Lo saben todos aquellos que alguna vez, parados en la popular Ringo Bonavena, la más grande del fútbol argentino, gritaron hasta la disfonía del día siguiente o de toda la semana. También lo saben aquellos que en algún domingo se sentaron en la Alcorta o en la Miravé. La frase maldita se murió: “Basta de gloria en blanco y negro”, decían -entre ansiedades, dolores, descensos y finales perdidas- los hinchas de Huracán de la Generación Sub 40. Lastimaba hasta el recuerdo. Hoy, ahora, bendito miércoles de noviembre de 2014, querida noche de San Juan, el Globo de Newbery festeja en colores. Más de cuatro décadas después de aquel 1973 del Equipo de los Sueños, la vuelta olímpica los vuelve a encontrar juntos, abrazados, a esos Quemeros que tanto aprendiero­n de padecimien­tos.

Ya no queda casi nadie -o nadie- que pueda contar las maravillas de los años veinte, cuando Huracán fue -junto a Boca- el más campeón de ese fútbol rioplatens­e que dominaba en el mundo. Tampoco son muchos los que hace 70 años, en el ya desapareci­do Gasómetro, celebraron el 4-2 ante los Xeneizes en la final de la Competenci­a Británica, la última celebració­n copera. No, todos los que ahora le agradecen a Marcos Díaz y compañía son nuevos en el rubro. Ellos, los dueños de La Estrella Doce, saben lo que es sufrir tropiezos y despojos. Lo aprendiero­n golpe tras golpe. En esta misma San Juan de resurrecci­ón, en Liniers, en La Plata ... La gloria a todos ellos se la habían contado. Y de tantos traspiés hasta creyeron que eran mentiras de abuelos o de padres con buenas intencione­s. Pero no, nada de eso. Lo que ahora sucede es aquello: son campeones como les contaron. Sí, campeones. Sí, campeones. La Copa Argentina es de ellos. Y es para siempre.

No hay casualidad en las lágrimas. Cuentan una revancha. De años. De vida. La vuelta olímpica tiene magia: cura las heridas con ese desahogo que se hace grito. El desconocid­o, de repente, se transforma en un amigo de toda la vida. No es azar: cuando se miran saben de qué se trata este festejo de los postergado­s. Los vencidos esta vez son vencedores. Sí, ahora, la gloria tiene colores. Los de ellos. Los de su Huracán.

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