Aquel elogio de Cristina a los barras
La complicidad futbol-barras-política se podría remontar a múltiples ejemplos. De modo antojadizo, al empate entre Boca y River del 30 de abril de 1988 en la Bombonera. Lo recuerdo no sólo por el gol de Antonio Alzamendi ante una canchereada de Hugo Gatti, sino por haber asistido por primera vez al entonces Camilo Cichero y ver un duelo especial entre ambas hinchadas: la de Boca, con banderas de Antonio Cafiero; la de River, con el rostro de Carlos Saúl Menem.
Menem sorprendió en esa interna y se transformó en el candidato justicialista que ganó las generales de 1989. Pero es sólo una muestra de cómo el poder político se relaciona con las barras y, a cambio de dinero, nichos de poder en el club y nombramientos en el Estado, nacen vínculos difíciles de romper. Pero no sólo son asuntos de negocios: hay protección personal y política. Una muestra de eso durante el kirchnerismo es la formalización de Hinchadas Uni- das Argentinas. HUA nació por la gestión del puntero K Marcelo Mallo, quien pensó en una ONG que permitiera influencia y beneficios. Así surgió el viaje de hinchas de diferentes clubes a Sudáfrica 2010. Hoy, Mallo debió apartarse, investigado por cheques truchos.
Los gremios también tienen relación con los violentos. Desde el menemismo, Chacarita fue territorio llano para el gastronómico Luis Barrionuevo. Hoy, Hugo y Pablo Moyano reclutan a integrantes de barras de diferentes clubes: no sólo del Deportivo Camioneros sino ahora en Independiente.
Pero como siempre, el ejemplo viene desde arriba: la Presidenta terció en julio de 2012 a favor de los violentos. Durante un acto con la presencia de Julio Grondona, Cristina describió: “Las cosas más grandes y violentas no pasan dentro de la cancha. Cuando se arman bardos, no es sólo en la popu, sino también en la platea”. Y dilapidó cualquier ilusión de que el Estado los margine: “Mi respeto a ellos, que están colgados a los paraavalanchas y ni miran el partido. Por algo hay que tener pasión”.