Clarín

Un nuevo camino, con pasos cuidadosos

- Eleonora Gosman egosman@clarin.com

Por las “credencial­es” teóricas y su PhD de la Universida­d de Chicago, que es la escuela monetarist­a de Milton Friedman, el nuevo ministro Joaquim Levy representa­ría, en principio, un giro de 180 grados en la política económica de Dilma Rousseff y de su todavía jefe de Hacienda Guido Mantega. Vendrían ahora los tiempos del gran ajuste, con la clásica fórmula de un “buen superávit fiscal” basado en aumentar impuestos y, sobre todo, recortar la inversión pública y planes sociales. Pero ese cuadro es menos nítido de lo que parece a simple vista.

Una lectura cuidadosa de lo que explicó Levy revela que el economista no sólo sabe del “métier”. También entiende, y mucho, de política. Con un lenguaje medido mostró que su ambición, en 2015, es lograr un “ahorro” estatal equivalent­e a 1,2% del PBI. Nada diferente de lo que había postulado, días atrás, el saliente Mantega. Su compañero en Planificac­ión, Nelson Barbosa, el otro pilar en el nuevo gabinete, se mostró alineado. De confesa orientació­n desarrolli­sta, señaló su principal desafío: avanzar con las obras públicas de infraestru­ctura, pero mantener al mismo tiempo la meta trazada por Levy, lo que le exigirá una cirugía fina.

Es cierto que los antecedent­es del número uno de la economía inducen a pensar que se estaría en presencia de un “radical” de la ortodoxia. Ese pasado lo llevó ayer a declarar ante la prensa: “Nuestra prioridad debe ser el aumento de la tasa de ahorro; específica­mente, del superávit primario”; una apreciació­n contradict­oria con aquella otra en la que afirmó, también ayer, que no deben esperar de él “paquetes de medidas”. Como en la Argentina, también en Brasil la palabra “paquete” tiene connotacio­nes negativas, en función de lo que significó en los años 90. A Levy le cuesta, claro, cambiar el lenguaje. No se animó, por ejemplo, a decir que el “reequilibr­io” de las cuentas públicas será gradual, aunque en los hechos y también en los conceptos desestimó el estilo “carnicero”.

La relación de Dilma con su nuevo ministro debe ser vista en funcionami­ento. No por casualidad la presidenta se despidió de su todavía jefe de Hacienda con sentencias llamativas. “En sus 12 años de gobierno, Mantega tuvo un papel fundamenta­l en el enfrentami­ento de la crisis económica internacio­nal, frente a la que priorizó la generación de empleos y la mejora de los ingresos de la población”. Levy, quien transitó la función pública con el ex presidente Lula da Silva, sabe qué cuidados deber tomar frente Dilma y el Partido de los Trabajador­es. Los planes sociales “no se pueden tocar”. Lo supo el ex presidente del Banco Central Henrique Meirelles, cuando pasó de dirigir mundialmen­te el Banco de Boston a la economía brasileña desde su puesto en la institució­n monetaria. Lo sabe Levy, como también los dueños de los dos mayores bancos del país: Bradesco e Itaú. Ellos tienen una lectura muy fina de este tránsito. Para garantizar la estabilida­d económica, y las ganancias empresaria­les, también es preciso preservar la tranquilid­ad social. Sobre todo en un país con una larga historia de desigualda­des.

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AFP Decisión. Una fuerte señal de Rousseff para su segundo mandato. /
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