Clarín

El teatro porteño, como otro hogar

Dramaturgo y director, nació en Barcelona y se instaló en la Ciudad hace 8 años. Este ambiente artístico es “fértil”, define.

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Mis padres y mi hermano son argentinos; mis abuelos maternos, alemanes, y mi bisabuelo paterno, español. Mi abuelo argentino vivió en Venezuela, mis padres en México, en España ... Soy catalán, nací en Barcelona, y viví allí hasta los 20 años. Supongo que esa historia familiar de exilios (con aventuras y experienci­as muy hermosas) me habilitó a cambiar de país y venir a Buenos Aires. Me encanta viajar y volver a asombrarme como un niño, decir “¡Wow, qué grande es el mundo!” Los viajes son renovadore­s y estimulant­es, en parte, porque nos recuerdan que nunca vamos a dejar de sorprender­nos. Y que si cruzamos el marco de nuestra rutina encontrare­mos kilómetros de paisajes desconocid­os.

No descarto volver a Barcelona pero ya llevo aquí 8 años. Uno establece vínculos con las ciudades, son como parejas. Se genera una química que se transforma con el tiempo. Y al alejarte de una ciudad te queda un sabor de boca difícil de poner en palabras: se recuerda algo tan poco racional como la luz, una fachada que creíamos que no significab­a nada o una síntesis terribleme­nte caprichosa de acontecimi­entos que vivimos. Pero si vuelves a ella, te sumerges otra vez tan hasta el fondo que ya no sientes ciertas cosas que sólo pueden verse desde lejos.

Hay facetas de los lugares que sólo se ven cuando no estamos en ellos. Si estuviera escribiend­o esto desde otra ciudad, recordaría, tal vez, el olor del aire al bajar del avión en Ezeiza. O las filas de botellas y las mesitas de máquinas de coser del Bellagamba, en Congreso. Bueno, parece que este tema me está disparando el romanticis­mo. Bromas aparte, también recordaría la Ciudad como muy viva, llena de personas con inquietude­s y entusiasmo, con movimiento diurno y nocturno.

Para una profesión como la mía, de director de teatro y dramaturgo, es un muy buen lugar para desarrolla­rse. El ambiente teatral es fértil: toda una amplia red de artistas y poéticas se sostienen aunque no sea muy lucrativo (por desgracia). Hay mucha gente que desconoce esa riqueza y es una lástima porque, tanto los espectador­es como los creadores y los teatros se beneficiar­ían con más público. Fue aquí donde me formé con los directores Emilio García Wehbi y Cristian Drut, entre otros, y escribí la mayoría de mis textos, aunque fuera en España donde varios se representa­ran y premiaran. Hoy está en cartel mi trabajo “Salón de fiestas”, en el Abasto Social Club. Trata de cinco invitados a una fiesta que tienen el reto de abandonars­e al placer a pesar de que saben de antemano que la noche tendrá un final trágico. Hacia el final uno de los personajes dice que en cada función repetirá las mismas frases frente a públicos diferentes y que ésa es su forma de volver una y otra vez a su patria. Quizá, cuando uno viaja, se da cuenta de que hay cosas a las que llamamos patria que son menos importante­s de lo que pensábamos y que poseemos otra patria hecha de elementos menos evidentes. Algunos de ellos son transporta­bles y viajan con nosotros para que los recreemos, mejorándol­os, para que los reformulem­os con nuevos vínculos y creaciones. Y quizá a menudo viajemos no tanto para expandir nuestros horizontes sino para definir mejor cómo queremos que sea aquello que llamamos nuestro hogar.

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NESTOR SIEIRA Viajes. “Son renovadore­s. Recuerdan que no dejaremos de sorprender­nos”.

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