Clarín

Eran ocho indiecitos...

Hay ocho postulante­s para un puesto codiciado, encerrados en un ambiente único. Buen thriller, con intriga.

- Pablo O. Scholz pscholz@clarin.com

No es una obra de teatro, pero podría serlo. Un ambiente único, diez personajes y una premisa enmarcada en la intriga constante.

La trama de El examen se centra en ocho postulante­s para un puesto en una empresa, que son reunidos en ese ambiente cerrado, con un guardia de seguridad incluido.

Alguien les indica las reglas según las cuales, el que incumple uno, resulta expulsado. El que sale, pierde. El que habla al guardia, es eliminado. Y así.

Tienen 80 minutos para responder “la pregunta”. Pero la pregunta no aparece escrita a simple vista en la hoja de papel que le entregan a cada uno.

El examen pone a prueba la paciencia del espectador. No porque sea lenta, sino porque minuto a minuto los postulante­s tratan de averiguar cuál es la bendita -a cierto momento, maldita- pregunta que deben responder para quedarse con el puesto.

Coguionist­a de ésta, su opera prima -es de 2009-, Stuart Hazeldine esquematiz­a todo un poco al dar a cada postulante una caracterís­tica: el blanco, el negro, la morocha, la rubia, el sordo, y así.

Y lo que qeda claro de entrada es que sólo si cooperan entre sí -o tal vez, ni siquiera- podrán resolver el acertijo, aunque compitan entre sí, y se enfrenten, a veces con métodos innobles.

El británico debe haber visto El método Grönholm, la obra teatral del catalán Jordi Galceran, donde eran cuatro y no ocho los postulante­s. En la adaptación al cine de Marcelo Piñeyro ( El método), al menos iban al baño. Aquí, ni eso. El misterio va más allá de la pregunta, ya que el espectador intuye que -tal vez sí, o tal vez, no- uno de los ocho no esté compitiend­o por el puesto, e integre la empresa. Si nadie da puntada sin hilo, aquí también habrá quién ponga en riesgo su vida. Por algo es un thriller. Vaya uno a saber por qué El examen tardó tanto en llegar a los cines locales. Cinco años es una enormidad, pero la película no ha perdido vigencia. No parece teatro filmado, ni tampoco una idea sacada de un reality show, porque la intriga es lo que motoriza. Las vueltas de tuerca son bienvenida­s.

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Alguien tiene que quedar. Las individual­idades, por encima del grupo.

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