Clarín

Mataderos será siempre un barrio de Primera

- Sebastián Varela del Río svareladel­rio@clarin.com

Hay un momento particular en todas las tardes de todos los partidos que se hayan jugado en el barrio. Se trata de un instante mágico que ocurre cuando la hinchada de Chicago brama como un corazón gritón que se desgarra de aliento en un alarido de identifica­ción que no es ni el nombre del club, ni el de los colores, ni el de un jugador en particular. Cuando el pueblo barrial necesita resumir sus historias en un canto, se escucha aquel que contiene una sola palabra: “Mataderos”.

La gente de Chicago grita “Mataderos” porque grita su pasión, pero porque a la vez grita su historia. Decir Mataderos es hablar de un cuadradito de ciudad lleno de sueños de pertenenci­a inquebrant­able. Mataderos es pueblo porque es popular pero también porque, como en cualquier localidad del interior, en el barrio todos se conocen. Porque los vecinos saben que las alegrías colectivas se festejan en Alberdi y Murguiondo, en esa esquina en la que se citan los besos más lindos que se hayan dado en el mundo, con una hinchada de fondo. Ayer se dieron muchos.

En Mataderos, los asados son más ricos si se hacen en el cordón de la vereda y, por suerte, allí las ensaladas son ensaladas y no “colchones de hojas verdes”. En Mataderos el mate se toma amargo como se aprende en la feria y al fútbol entre amigos se juega sobre baldosa, porque el césped sintético es para los que no saben pisarla. En Mataderos, las chicas sonríen lindo, pero no saben hablar con una papa en la boca ni dicen “gorda” antes de cualquier frase.

Chicago es para Mataderos las cristaliza­ción de todas las ilusiones futboleras. Es el saber que cuando se grita por el club y por el barrio, también se grita por los amigos, por los hermanos, por los viejos, por los abuelos y por los que ya no están. Chicago es el desafío que la tierra verde y negra le hace a los poderosos, porque es saber que entre todos y sin ayuda de nadie se puede contra el que venga. Por eso, lo de ayer fue sólo un acto de justicia histórica. Porque digan lo que digan las tablas, Mataderos es un barrio de Primera. Siempre lo será. Chicago puso las cosas en su lugar.

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