Clarín

“A mí no me desespera dirigir a un club grande”

El DT de Tigre dice que pone la táctica al servicio del jugador.

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-Vos sos un entrenador de los pocos que no tienen grandes antecedent­es como jugador ... -Los tengo, pero no en Primera. Yo jugaba en Atlético de Rafaela en el Nacional B, en los tiempos en que no se pasaban los partidos por televisión y no estaba masificado como hoy. Era muy difícil que alguno de aquellos jugadores llegara a Primera. Era un torneo más agresivo que el de ahora. Había mucha diferencia entre las categorías. Estaba marcada la diferencia entre un jugador de Primera y uno de la B. Ahora todo es más parejo. Y por eso cuesta menos llegar al fútbol grande. Hoy planteles completos pasan de la B a jugar en Primera. -¿Cómo llegaste a jugar en Atlético de Rafaela? -Toda mi vida estuve allí. Vivíamos a dos cuadras del club y mi viejo era directivo. Nací ahí. Y me fui formando. Era volante central y capitán. Cuando ascendimos del Regional al Nacional B, yo estaba estudiando ingeniería química y le dije a mi viejo: “Ingeniero puedo ser a los 40 años, dejame que me dedique al fútbol que es mi pasión. Me faltaban 10 materias y creí que podía esperar”. Y así fue. Fueron tres años, del 89 al 92. Ya era coordinado­r de las inferiores y dirigía la primera local. Pasé a ser ayudante de Roberto Rogel y de Carlos Biasutto. Cuando se fueron empecé un interinato. Estábamos peleando el descenso y en los 16 partidos que faltaban hicimos una campa- ña bárbara. Lo salvamos del descenso y peleamos por un ascenso. Yo había cumplido 30 años y no tenía el título de entrenador. Por eso lo llevé a Víctor Bottaniz para que firmara la planilla. Después hice el curso. Y estuve tres años acumulando experienci­a. Es un tipo atildado Gustavo Alfaro. De buenos modales y palabras justas. Sincero. Anda por los 52 años y sólo cuando el tema es el fútbol demuestra esa pasión tan profunda que lo identifica. Después de Atlético tuvo un paso por Quilmes, a los 34 años.

-Ese fue el salto, ¿no? -Claro, pero lo pensé como trampolín. Estuve un año y medio y tenía toda la ilusión. Me dije si a los 34 estoy dirigiendo a Quilmes en la B, en dos años dirijo en Primera y a los 40 estoy en la Selección, ja ja. Pero recibí el primer cachetazo. Después me fui a Olimpo y estuve 22 días. El presidente era Jorge Ledo y después de algunas discusione­s le dije que se buscara otro DT porque con él no podía trabajar. Me quería imponer jugadores, se quería meter en la formación. Era un tipo muy particular. Me fui a Patronato de Paraná, volví a Rafaela y en Belgrano tuve mi primera experienci­a en Primera. Buscaba mi destino como entrenador. Volví a Olimpo en 2001. Cuando llegué le dije a Ledo “¿Quién arma el equipo ahora?”. “Usted, usted, quédese tranquilo”, me dijo. Ascendimos, pero Ledo me pasó factura. “En la B sos el mejor pero no tenés nivel para Primera. No te quiero echar en la sexta fecha. Andate ahora”.

-En San Lorenzo fallaste.. -Sí. Estuve siete meses. Creo que cometí el error de pensar “si no aprovecho esta oportunida­d de dirigir un equipo grande nunca más la voy a tener”. Y San Lorenzo no estaba bien. Salía de una convocator­ia, no le habían salido las cosas con el Bambino Veira ni con Gorosito. No pudimos formar un equipo a la altura del club. Me terminaron echando. -¿Te queda una deuda pendiente con un club grande? -A mí no me desespera dirigir a un equipo grande. No lo haría con cualquier condición como lo hice con San Lorenzo.

-Llegó Arsenal, tu lugar en el fútbol. -Primero estuve dos años, del 2006 al 2008. Después me fui a Rosario Central y a Arabia Saudita. Estuve siete meses. Me pagaban bien pero no me servía desde el punto de vista deportivo. Quisieron hacerme un contrato por tres años pero no acepté. Volví a Arsenal y estuve cuatro años. Seis en total. En 2007 habíamos ganado la Sudamerica­na. Fue extraordin­ario. -Y en la segunda etapa fuiste campeón en el torneo local. -Ganamos el campeonato local en el 2012, la Supercopa contra Boca y la Copa Argentina contra San Lorenzo. Ahí jugamos tres Libertador­es consecutiv­os.

-¿Y por qué te fuiste? -Me echaron. Para mí, le llenaron la cabeza mal a Julito Grondona, el presidente. Creo que sucedió algo dentro de la familia. Estábamos clasificad­os para los octavos de la Libertador­es y con los jugadores sentíamos que íbamos a llegar a la final porque nos tocaba una buena llave. Pero le metieron ficha al presidente. Alguien le dijo que a mí me interesaba sólo mi prestigio y no Arsenal. No me dejaron dirigir la Copa. -Pero vos habías anunciado que te irías después de esa Copa ... -Fue un acto de nobleza. Había tenido oportunida­des de irme antes. Racing, alguna Selección. Les dije que me iba a quedar hasta que ellos quisieran. Pero hubo algunas cosas que no me gustaron en el tratamient­o. La primera vez no me renovaron el contrato después de ganar la Sudamerica­na. Cuando el equipo se cayó volví y ganamos todos. Al día de hoy lo llamo a Julito y no me atiende. -Se enojó porque hablar con el padre ... -Dijo que lo puenteé. Don Julio me llamó para hablar. Le dije que fui a hablar con su padre y no con el presidente de la AFA. Don Julio entendió todo lo que le conté. -Ahora estás en Tigre, ¿el veredicto debería ser tacticista extremo? -No, ja ja. Yo creo que soy un técnico pragmático. A veces los entrenador­es llegamos dando vuelta en los ideales. ¿A quién no le gusta jugar bien y tener los mejores jugadores? Digo que soy pragmático porque trato de armar la estructura que contenga a las individual­idades: la táctica al servicio del jugador. Trato de encontrar una estructura para potenciarl­os. Yo no tengo 15 millones de dólares para salir a comprar figuras.

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