Clarín

Precios insólitos en la terminal de micros de Retiro

En plena temporada, los turistas denuncian los altos precios de la comida en aeropuerto­s y terminales de micro. Un relevamien­to de Clarín detectó que se cobra, en promedio, el doble que en los alrededore­s.

- Martín Grosz consumoyah­orro@clarin.com

Allí, una hamburgues­a cuesta más que en la playa Bristol de Mar del Plata. Y en Aeroparque, lo mismo que en Punta del Este.

Los turistas que en estos días salen de vacaciones desde los aeropuerto­s, la terminal de ómnibus o el puerto de Buenos Aires se llevan una impresión amarga: la de sentir que quisieron estafarlos o –peor– que lo lograron. Porque, en las esperas, comer o tomar algo se convierte en necesidad. Pero en esos ámbitos, como si fueran islas, los precios se multiplica­n.

Un relevamien­to de Clarín mostró que las bebidas y comidas más comunes se están vendiendo en esas terminales a valores que duplican los vigentes en zonas aledañas, y que llegan a triplicar los de comercios de zonas de clase media. Precios que la gente, cargada de valijas y sin alternativ­as, muchas veces termina pagando.

Los diferencia­s son notorias en una simple compra de kiosco. Una gaseosa o un agua saborizada de medio litro, que ronda los $ 14 en comercios comunes, está a $ 25 en la terminal de ómnibus de Retiro y a $ 36 en Aeroparque. Y la botellita de agua mineral, en vez de $ 12, sale $ 22 y $ 28 respectiva­mente.

Son varios los kioscos que funcionan en la terminal de micros, pero entre ellos no parece haber competenci­a: tienen todos los mismos precios. Así, por ejemplo, los paquetes chicos de galletitas se ofrecen a $ 22, alfajores triples a $ 17 y a $ 20 un yogur firme que en todos los súper se vende a $ 6,95.

Los restoranes de la terminal, en tanto, sorprenden en sus menúes con precios a la altura de sus pares más selectos de Palermo y Recoleta: $ 26 el café, $ 30 la gaseosa, $ 17 cada empanada y $ 130 la pizza grande de mozzarella. Algo llamativo es que, fuera del predio, a dos cuadras, el sandwich de jamón y queso baja de $ 42 a $ 20 y el de milanesa completo, de $ 65 a $ 30.

Otro dato: al que vaya a Mar del Plata le saldrá más caro comer una hamburgues­a completa en Retiro ($ 70) que disfrutarl­a en un parador de la Bristol ($ 50), a metros del mar. Como barato, se puede comer una pizzeta con gaseosa por $ 70 y un sandwich de carne o pollo con papas fritas y bebida por $ 84.

Son valores que, de todos modos, envidiaría­n los “cautivos” del aeropuerto porteño, en cuyos restora-

nes el café sube a $ 30, el café con leche a $ 46, sale $ 25 cada empanada, $ 78 la porción de tarta, $ 100 la hamburgues­a completa (igual que en balnearios top de Punta del

Este) y $ 130 un completo de milanesa. Como combo promociona­l, en ese contexto, se puede llegar a pagar $ 120 por un sandwich de jamón y queso con bebida, o por un plato de ñoquis con gaseosa.

A los precios inflados se pliegan incluso conocidas cadenas gastronómi­cas. Un café con leche con jugo y 3 medialunas, por ejemplo, sale $ 44 en la sucursal de Tienda de Café de Chacarita, pero $ 79 en la de Aeroparque. La pizzería Accademia cobra $ 77 la grande mozzarella y $ 12 la empanada en Palermo, pero $ 145 y $ 25 respectiva­mente en su local aeroportua­rio, más un servicio de mesa de $ 20.

Y la situación no varía para quien parte en crucero desde la terminal Quinquela Martín, en Retiro. Allí los turistas sólo encuentran un kiosco donde la botellita de gaseosa sale $ 30, $ 25 la de agua y $ 72 un sandwich de miga con bebida.

Las empresas señalan sus altos costos para explicar los precios que cobran (ver aparte), pero entidades de consumidor­es los consideran “abusivos”. “En Retiro, Ezeiza y Aeroparque todo sale el doble o más. Da bronca porque se aprovechan de laburantes y jubilados que muchas veces viajan por trabajo o para ver a sus familias. Son lugares donde no hay opciones. Con razón, la gente se indigna y, con las vacaciones, los reclamos crecieron”, revela Sandra González, presidenta de Adecua.

“Es un abuso imposible de justificar contra consumidor­es indefensos –coincide Héctor Polino, fundador de Consumidor­es Libres–. Fijan los precios como si quienes viajaran fueran sólo extranjero­s adinerados o argentinos de clase alta. Y el Estado, en vez de intervenir, permanece indiferent­e”.

Frente a esto, el consejo que dan es comprar lo menos posible. Y son muchos, de hecho, los que están llevando comida de afuera. Entre ellos están Pablo y Darío, dos hermanos que esperaban el micro en Retiro. “En el camino –relataron–, compramos dos sandwiches en un Subway y un agua para compartir. Gastamos menos de $ 70. Acá en la terminal, por esa plata, uno de los dos se quedaría sin cenar”.

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LUCIA MERLE Espera. Un grupo de turistas, ayer, en un local de Retiro. Cargados con bolsos, muchos no tienen otra opción que comer en la terminal.
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