Clarín

Dos presidente­s, dos Repúblicas

Cristina Kirchner no tiene una especial sensibilid­ad con las cuestiones que hacen a la libertad de expresión. L

- opepe@clarin.com Osvaldo Pepe

Obama, Merkel y Cameron, por citar sólo unos casos, vieron el golpe criminal en el semanario francés Charlie Hebdo no sólo como un zarpazo terrorista, sino como un ataque a la libertad de expresión, una advertenci­a a las osadías de la esencia libertaria de la civilizaci­ón.

El propio presidente François Hollande, alcanzado más de una vez por la impiadosa mirada satírica del semanario bajo fuego, no necesitó una hora de discurso ni apelar a agresiones subliminal­es. Le bastaron 5 minutos para decirles a sus compatriot­as franceses que la “mejor arma es la unidad de todos los ciudadanos para enfrentar esto.” Y que las víctimas habían “muerto por la libertad.” Tuvo el equilibrio emocional y la claridad de ideas de un estadista en plena tormenta: “Toda la República ha sido atacada. La República es democracia, es libertad de expresión”. Y les plantó a los franceses y al

mundo una semilla para los días por venir: “La libertad siempre será más fuerte que la barbarie”.

Hasta anoche, al momento de escribir estas líneas, Cristina Kirchner, por lo común locuaz, twittera adicta y sesgada lectora de diarios, sólo se había manifestad­o a través de un tibio comunicado de la Cancillerí­a, en el que condenó “el bárbaro ataque terrorista”, y agregó una formal adhesión a la cooperació­n internacio­nal para luchar “contra el terrorismo en todas sus formas”.

Fue sincera la Presidenta. Ella no tiene una

especial sensibilid­ad con las cuestiones que

hacen a la libertad de expresión. Es de las que dividen en “libertad de empresa y libertad de prensa”, como un manto para disimular su intoleranc­ia y urticaria ante el papel de los medios en las sociedades democrátic­as.

En su obra “Sociología Política”, un clásico de la Ciencia Política, el francés Maurice Duverger afirma que la personalid­ad autoritari­a “caracteriz­a a los individuos poco seguros de sí mismos … de ahí su agresivida­d, su odio hacia sus opositores y sobre todo hacia los otros, hacia los diferentes”.

Podríamos abundar que es una actitud del espíritu que se caracteriz­a por la convicción de poseer la única verdad y no admitir el pluralismo como un valor central de la política y la vida. Cristina y Hollande. Dos presidente­s, dos Repúblicas. Dos maneras de ver la inmensa herida a los valores democrátic­os que dejó el salvajismo terrorista en París. a conmoción por la masacre de París se sigue propagando sobre un mundo indignado y perplejo. Como era de esperar, el repudio de presidente­s y jefes de Estado fue unánime. Pero no todos vieron lo mismo. Condenar la barbarie terrorista es de manual, casi una obviedad de la condición humana. Nada hay en la vida superior a la vida misma y quien atente contra ella deberá cargar con el peso de una fuerte repulsa moral.

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