Clarín

El Principito y James Bond pasan a ser de dominio público

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Las obras de varios gigantes del arte y la literatura entraron en el dominio público este mes. ¿Qué significa esto? que se liberan sus derechos y cualquiera puede reproducir­las. ¿Por qué? Porque la ley estipula, en casi todo el mundo, que las obras se liberan al pasar 50 o 70 años de la muerte del autor, dependiend­o de cada país.

Así, y a partir del 1° de enero pasado, son de dominio público obras como El Principito, del francés Antoine de Saint Exupery, o el personaje de James Bond que creó Ian Flemming. Y no sólo a la literatura afecta esta ley, también se liberaron todas las pinturas del precursor del arte abstracto, el artista ruso Wassily Kandinsky, así como la famosa obra El Grito del pintor expresioni­sta noruego Edvard Munch, o las obras del pintor judeo alemán Feliz Nussbaum, conocido por sus retratos de la vida de los judíos bajo el régimen nazi durante la Segunda Guerra Mundial. Y la lista sigue: las vanguardis­tas obras del artista holandés Piet Modrian, los textos de la escritora estadounid­ense Flannery O’Connor, y hasta las partituras del maestro del jazz, Glenn Miller están ahora a disposició­n de todo el mundo.

En el caso de El Principito, eran muchos los que esperaban este momento y, en 2014, se activó una maquinaria de ediciones y merchandis­ing. En la Argentina, por ejemplo, acaba de publicarse El Principito por Gaturro, en el que Nik reinterpre­ta al clásico.

Pero como no todo es tan simple como parece y nunca llueve a gusto de todos, los sobrinos de Saint Exupéry, que veían venir este momento, convirtier­on en marca registrada los dibujos originales y los personajes de la obra: hasta la rosa está registrada.

Tampoco es de dominio público la traducción de la obra que realizó Bonifacio Del Carril y cuya mayor proeza es el título. El libro, que se publicó por primera vez en los Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial, se titulaba Le Petit Prince, y se tradujo en todos los idiomas como El Pequeño Príncipe. Fue Del Carril, en su traducción, quién acuñó el título El Principito, por el que lo conocimos los hispanohab­lantes. Así que tendrán que pagar derechos de traducción los que quieran usar ese título.

En la Argentina, sin embargo, no todo se libera tras 70 años. Se trata de uno de los pocos países del mundo que no poseen dominio público puro. Acá las obras, por un decreto de ley de la dictadura de Aramburu, pasan al dominio público pagante, lo que quiere decir que no se liberan totalmente, sino que se debe pagar un porcentaje, que es administra­do por el Fondo Nacional de las Artes.

En abril vencerán, además, los derechos de Mi lucha, la obra de Hitler y son muchos los que piensan que el libro no debería volver a las librerías. Otros esperan para hacer ediciones comentadas. Habrá que esperar a abril para saber qué pasa.

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El Principito. Ya es de todos.

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