¡Al agua, campeón!
Diversión entre las olas, selfies con los hinchas y bromas para todos. Los jugadores se divirtieron como chicos.
Teo Gutiérrez acelera el trote para meterse en el mar y se le dibuja la misma sonrisa que cuando hace su bailecito de publicidad televisiva. Ramiro Funes mete el último pique de la mañana como si tuviera que llegar a cruzar una pelota riesgosa, pero lo hace para zambullirse en el agua todo despatarrado ante las risas de sus compañeros. Creyente en Dios, Leonardo Ponzio también corre rumbo al mar con el tatuaje de un rosario dibujado en su cuello y en su pecho. Los futbolistas de River acaban de finalizar un entrenamiento extenuante en la arena de la zona de Portezuelo,y aprovechan los 30 grados de temperatura para disfrutar de un rato de relax en el agua.
Ya con todos en el mar, se produce la foto del día, una instantánea que resume el estado de alegría en el que está envuelto River después de un 2014 que incluyó la obtención del torneo Final, de la Superfinal ante San Lorenzo y de la Copa Sudamericana, en la que se dio el gusto de eliminar a un Boca que además no le pudo ganar ninguno de los ocho Superclásicos del año pasado. Mientras todos, abrazados, apuntan sus miradas hacia el lente del fotógrafo del club y Teo hace el gesto de la V de la victoria, el grito surge súbitamente, mezcla de orgullo y felicidad: “Dale campeón, dale
campeón”. El canto dura unos pocos segundos, los suficientes para que los hinchas que miran a quince metros se prendan con algún que otro movimiento de brazos acompañando el grito de Cavenaghi y de Mora, de Sánchez y de Pisculichi, de Maidana y de Vangioni.
De pronto, el preparador físico Pablo Dolce se sumerge en el agua y cuando asoma su cabeza se encuentra con que cuatro, seis, diez integrantes del plantel lo han rodeado para darle una suerte de manteada acuática. Hay risas y rostros relajados, un disfrute para esos 50 hinchas que, de manera deliberada o gracias al azar porque muchos se encontraban caminando al borde del agua, los tienen ahí, a unos pocos metros de distancia. Todos sacan fotos con sus cámaras o con sus celulares y, a medida que los jugadores empiezan a salir del mar, aceptan posar para esas selfies que seguramente tendrán destino de red social o de algún cuadrito en las casas de los fanáticos.
Vuela una pelota y Pisculichi se pone a hacer jueguitos al borde del mar. Después, Mora se para justo donde la arena empieza a mojarse con el agua, a unos diez metros de donde rompen las olas, y saca pelotazos fuertes para que sus compañeros la atajen de aire o vayan nadando a buscarla. El uruguayo sonríe como ese adolescente que tiene puesta la camiseta que hace alusión a la conquista de la Sudamericana y que en la espalda dice
“Semi – ra y no se toca”, recordando el triunfo ante Boca.
Ajena a todo lo que ocurre en este exclusivo rincón de la “Ibiza latinoamericana”, una mujer uruguaya de unos 60 años pregunta quiénes son esos deportistas “con semejantes físicos”. Se le responde que es el plantel de River y la mujer suelta: “Ah, gracias. Lo que pasa es que a mí el fútbol no me interesa”. Sin embargo, saca su cámara de fotos y registra varias tomas que tiene previsto mandarle “a un sobrino que vive en Buenos Aires y que va siempre a ver a River”.
Pablo Aimar sale del agua y choca su mano derecha con la de Martín Aguirre, con quien suele compartir los trabajos de recuperación en la arena. Aguirre se mete trotando al mar y una pequeña ola lo hace trastabillar y caerse de cabeza en el agua. Las risas de todos vuelven a escucharse como música de fondo.
Cinco minutos después, todos emprenden la retirada lentamente y suben las cuestas de arena rumbo a la calle. El grupito de Pisculichi, Vangioni, Funes Mori y Julio Chiarini, opta por ir caminando por la playa y recorrer unos 400 metros hasta la altura donde se encuentra el complejo de Solanas En el camino se cruzan con hinchas variopintos: el que está haciendo running e interrumpe su entrenamiento para pedirle una foto a Pisculichi, el neohéroe de River después de sus goles a Boca y a Nacional de Medellín; las adolescentes que toman sol y que sueltan algún que otro suspiro; el hombre que peina canas y que levanta su pulgar derecho cuando se encuentra de manera inesperada con esas caras que ve casi siempre por televisión.
River en la playa, la crónica de un campeón entre las olas.