Sobremesas argentinas
Es una pasión argentina la sobremesa. La extensión de la sobremesa, para mejor decir. Dos amigos se topan en una esquina después de un largo tiempo y la promesa del pronto reencuentro lleva incluida alguna frase típica: “Comemos un bife, tomamos un vino y charlamos”. Pocas veces cumplen los circunstanciales. Pero también estamos –o quedamos– los que hacemos del hábito una religión. Quizá como un vicio residual de periodista veterano. Porque en los tiempos en que la confección del diario era artesanal y –por lo tanto– más lenta que ahora, el cierre tropezaba con la madrugada. No había otro remedio que ir a cenar a alguno de los reductos que permanecían abiertos con los relojes congelados. Los domingos futboleros, la sección Deportes entera alargaba las discusiones en uno de esos santuarios, con la excusa de seguir el consejo del incomparable García Márquez: “Las mejores notas periodísticas se gestan en los refrigerios y en las sobremesas.” Pero la cita casi diaria era en Fechoría, con Juan Bairo, jefe de Fotografía, y Juan de Biase, secretario de Deportes de Clarín.
A la una de la mañana había cola para ingresar. Eran los que iban a codearse con los famosos de todas las áreas. “Verduleros de cuarta”, decía Pepe Alberte (Fechoría), gallego, cebado por el éxito de su local. Y claro, estaban adentro el Nano Serrat, Paco de Lucía, la inmortal Nélida Rocca, Olmedo, Alberto Cortez, Moria, Pepe Parada, Sofovich, Menem, Luis Miguel de pantalones cortos ... Y mil más. Hasta que aclarara. Claro, algunos matrimonios quedaron en el camino.