Clarín

Fútbol en estado puro

- Miguel Angel Bertolotto mbertolott­o@clarin.com

No importan sus más de seteciento­s partidos en el Barcelona. Ni los ciento y pico de capítulos en la selección española. Ni la catarata de títulos, de todo tipo y valor, abrazados con las dos camisetas. Ni los goles, que no fueron tantos pero que por lo general resultaron golazos. Ni las tres veces que hizo escala en el podio del Balón de Oro (perdió, si se puede decir que perdió, con Lionel Messi y con Cristiano Ronaldo). Mejor dicho: importa su impactante foja de servicios, claro que sí, pero no deja de ser lo de menos. La grandeza de Xavi Hernández va mucho más allá de la rotundez de sus números impecables, de su matemática de lujo. La grandeza de Xavi Hernández tiene que ver, esencialme­nte, con la manera de entender, de sentir, de ver y de jugar al fútbol. La grandeza de Xavi Hernández nació, creció y se fortaleció -y no se extinguirá nunca- en su irrestrict­o respeto por la esencia del fútbol-juego.

¿A qué juega Xavi? ¿De qué juega Xavi? Xavi juega a hacer sencillo lo que para la mayoría es casi imposible, como si fuera un Roger Federer de la número cinco. Xavi juega a generar en cada pase, en cada pared, en cada triangulac­ión, en cada cesión con ventaja para sus compañeros a generar las más distinguid­as obras ofensivas. Xavi juega a la posesión innegociab­le, a asegurar la pelota, a ensanchar la cancha, a cambiar el ritmo en el instante apropiado. Xavi juega con la visión total del campo en sus ojos y en su mente. Su religión, al fin de cuentas, se puede sintetizar en media docena de palabras: Xavi juega a jugar al fútbol.

Cierta vez, Xavi fue discutido por los medios, por algún que otro entrenador y hasta por los hinchas. Ocurrió cuando le cargaron la mochila de tener que reemplazar al Josep Guardiola futbolista. Hasta que Luis Aragonés le dio la manija de la selección. Hasta que Pep -ya técnico- le otorgó toda la libertad para que se transforma­se en el titiritero del mejor Barça de la historia. Xavi tomó confianza. Y se asoció con Iniesta, otro crack; y con Messi, el más genial de todos. Y fue el director, el cerebro de la sinfónica.

Se despide Xavi del Barcelona. Chapeau, señor fútbol.

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