Por amor a la camiseta
“En este club aprendí a gatear. Doy la vida por estos colores”, graficó el base cordobés, símbolo de la Liga Nacional.
Es uno de los últimos símbolos de la Liga Nacional. A los 37 años, con la sonrisa a flor de piel y un carácter forjado con la pelota naranja en sus manos, Bruno Lábaque sintetiza el amor a la camiseta. Es el jugador en actividad con más partidos disputados en un mismo equipo: suma 738 en Atenas, donde es el segundo triplero (899) y el cuarto goleador histórico (6.965). El miércoles le anotó 16 puntos a Estudiantes de Concordia, en el 84-79 de una serie de cuartos de final que seguirá hoy a las 21 en Córdoba.
Hablar de Atenas lo emociona. Así se nota en el diálogo con Clarín. “Atenas es mi casa. Mi abuelo es uno de los fundadores, mis viejos se conocieron en el club y yo empecé a gatear en el piso de Atenas. Doy la vida por este club. No lo negocio -asegura-. A mí me preguntan cómo hago para correr tanto. ¡Es que tengo los colores de Atenas! Y el día en que deje de jugar voy a ser un hincha más y a exigir. Dejo la vida, porque la camiseta de Atenas es un amor terrible”.
-¿Cómo compatibilizás tu pasión con que sos profesional y debés ser el líder del plantel y no un hincha?
- Con los años y la experiencia, aprendés a manejarte. A los chicos les transmito lo que es Atenas para mí y lo que es en general. Trato de no hablar tanto sino de demostrarlo en la cancha. Siempre estoy a disposición de los compañeros. Tuve la suerte de tener siempre buenos compañeros, que entienden lo que significa Atenas y han dado un plus extra en el club.
-Atenas llegó a 1.000 victorias en la Liga Nacional. ¿Pensás que se toma conciencia de semejante logro en el deporte argentino a nivel clubes?
-No se toma conciencia. Y el que toma conciencia, aún no lo ve bien, porque no sé cuántos pueden haber ganado 1.000 partidos en cualquier liga. Menos se entiende en Atenas, un club chico, un club de barrio. No es Boca, River, Real Madrid o Barcelona. Atenas es chico y aún pelea por terminar su estadio. Es un orgullo inmenso e invalorable el lugar histórico que ocupamos.
-Y ese club de barrio encima trascendió en el mundo…
-Lógico. Fuimos a jugar el torneo McDonald’s en 1997. ¡El respeto que nos tenían! Michael Jordan se paró para saludar a Marcelo Milanesio. A Atenas, el club de barrio, lo conocen a nivel mundial. Y el básquetbol argentino se hizo conocido a través de Atenas, porque fue uno de los primeros equipos en ir a jugar torneos internacionales.
-Por eso lograron que jugadores de calidad quisieran jugar en Atenas…
-Muchísimos querían jugar en Atenas. Cuando era pibe, ni siquiera jugador, a mi viejo le sonaba el teléfono y se ofrecían solos. Todos querían jugar en Atenas por la vidriera que daba. Pero Atenas no era fácil y hubo jugadores que llegaron con títulos y no les fue fácil. No era sencillo estar al lado de un ídolo como Marcelo. A un ídolo se le perdona todo, pero el que viene detrás puede jugar un partido muy bueno, pero cuando erra un tiro o da un pase malo, lo putean todos. Tenías que tener bien la cabeza para jugar en Atenas.
-¿Y a vos te perdonan todo?
-¡Sí, ahora sí! Al viejito le perdonan muchas cosas.
-Siempre le pusiste picante a la Liga, por tu estilo de juego y tus palabras. ¿Sentís que a veces estuviste al límite por tu pasión por Atenas?
-Así siento el básquet. Así siento la vida. Soy una persona muy frontal. A veces se me sale la cadena por decir lo que pienso y no tengo filtro. Pero soy sano, honesto... El que me conoce, sabe que soy así. Pero es el club el que me hace ser así. Es parte del folklore que los hinchas te puteen, pero después afuera te piden una foto y la cuelgan en Twitter. Ahora son más los saludos que las puteadas.
-¿Antes te pegaba diferente que te insultaran cada vez que jugabas de visitante?
-Al contrario, me motivaba. Mi viejo y después Marcelo (Milanesio) me decían: “El día en que te dejen de nombrar o de putear, preocupáte. Si te putean es porque les estás haciendo algo que no les gusta”.