Clarín

Los derechos humanos son también para los muertos

- rroa@clarin.com Ricardo Roa

Videla y Massera, muertos, tienen vivos sus fantasmas. Son una especie nueva de NN. Yacen en un cementerio de Pilar bajo otros nombres: sus familias buscan evitar escraches militantes. Tumbas falsas que reviven la tragedia que el kirchneris­mo, haciéndola propia, no quiere dejar atrás.

Es una época negra que se resiste a irse aunque ya sin riesgo de volver. Los muertos están enterrados y los vivos de esa época, en su mayoría viejos y presos. Treinta años después seguimos consideran­do vivos a los muertos, como si no pudiéramos apartarnos de tantas muertes.

Justicia o venganza: o lo uno o lo otro. Para no caminar hacia la autodestru­cción, nuestra cultura edificó el camino de la justicia, basado en la ley. La venganza lleva a que la víctima se iguale al victimario. En la venganza una sociedad se corroe, se consume, se embrutece.

No importa qué haya hecho una persona en vida. Muerta tiene un derecho humano básico: ser sepultado. No lo respetó la dictadura. Tampoco lo respetan hoy los militantes que en ese punto se mimetizan con los militares. A la cultura fascista del escrache agregan otra vieja tara de nuestra so- ciedad: la necrofilia.

La Argentina tiene una relación escabrosa con los cadáveres. Convertido­s en símbolos políticos, fueron robados y escondidos sin importar color político. El de Eva Perón deambuló sin piedad de los vivos por el mundo después de haber sido profanado en la capilla de la CGT.

También se puede anotar el de Rosas o el de Perón. O el de Aramburu, quien había consentido la profanació­n de Evita y cuyo cadáver fue robado a su vez por los Montoneros.

Nuestra historia recoge demasiados episodios así. La dictadura hizo de las desaparici­ones un método. Un crimen horrendo cuyo dolor no cesa. Pero nada justifica que Videla o Massera no puedan ser debidament­e sepultados. Ninguno de ellos dejará de ser un símbolo nefasto porque se sepa o no se sepa dónde están sus restos.

Recordemos y discutamos el pasado, también a los muertos, pero no atentemos contra las tumbas ni hagamos nuevos NN. Es ir en dirección opuesta a la justicia. Y es una repetición de los más graves despropósi­tos del pasado, de aquellos que nos han llevado una y otra vez al enfrentami­ento y a la violencia. Está bien luchar contra la impunidad y que todo acto criminal sea condenado. Pero que el respeto a la cultura de los derechos humanos llegue a los muertos. Para que nunca más se tengan que ocultar o desaparece­r cuerpos sin vida.

Los restos de Videla y Massera son una especie nueva de NN. Enterrados sin nombre, algunos quieren ubicarlos ¿Para qué?

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