Clarín

Cristina, con la lapicera y la guadaña

- jblanck@clarin.com Julio Blanck

Cristina candidata a diputada nacional, a diputada del Parlasur, a gobernador­a, a nada. Máximo candidato a vicepresid­ente, a diputado por la Provincia o por Santa Cruz, a intendente de Río Gallegos, a nada. Dos candidatos a presidente, o solamente uno. Tres candidatos a gobernador bonaerense, o dos, o uno. Nadie sabe nada. Nadie no: lo saben Cristina, Máximo y a lo sumo dos o tres más. Todos los demás especulan, suponen, deliran. Un funcionari­o que está en la Casa Rosada desde los tiempos de Duhalde, en la prehistori­a kirchneris­ta, contempla el espectácul­o de las ansiedades y las ambiciones. “Acá se dicen muchas boludeces”, se divierte mientras cae la noche fría en Plaza de Mayo.

Hace cuatro años Cristina develó el misterio de su segundo vicepresid­ente un sábado en Olivos, apenas cuatro horas antes del cierre del plazo para inscribir candidatos. Lo hizo ante una pequeña multitud aplaudidor­a de ministros, gobernador­es, diputados, senadores, dirigentes y funcionari­os, convocados en absoluta ignorancia del nombre que les sería anunciado. La Presidenta disfruta del misterio y se los refriega a todos, empezando por los propios. Terminó consagrand­o a Amado Boudou como su acompañant­e. Kirchner ya no estaba, así que no tuvo a quién echarle después la culpa por semejante error.

Ahora faltan seis días para el cierre de listas y todo puede pasar hasta el último minuto. Hay un estado de ánimo que las segundas líneas admiten y hasta dejan escrito en instruccio­nes a su gente: los que quieren ser candidatos viven en pánico y seguirán así hasta que el suspenso termine. Tienen terror de equivocars­e, de decir o hacer algo impropio que disguste a La Señora y le haga escribir otro nombre a su lapicera.

No les falta razón para actuar de manera tan medrosa. Los dejó impresiona­dos el guadañazo que Cristina le pegó en Chubut a Mario Das Neves. El ex gobernador, migrante de ida y vuelta al massismo, el miércoles temprano había firmado el acta de adhesión al Frente para Victoria para jugar allí su chance de volver a gobernar la provincia. Pero esa misma noche, sobre el cierre de ins-

cripción de las alianzas, lo bajaron del sello oficialist­a sin siquiera avisarle. Fue una orden directa de Cristina. No le gustó que Das Neves negociara su retorno con Daniel Scioli y Florencio Randazzo. Ellos podrán ser sus candidatos, pero no son gente de

confianza. La Jefa privilegió al gobernador Martín Buzzi, que busca la reelección, y lo dejó a Das Neves colgado del pincel. Este breve drama ejemplar le recordó a la dirigencia oficialist­a el costo de cualquier paso en falso.

Scioli y Randazzo habían aventurado sus preferenci­as sobre candidatos a vicepresid­ente. Un gobernador que lo complement­e, había dicho Scioli. Más directo fue Randazzo: mencionó al chaqueño Jorge Capitanich. Inmediatam­ente después del castigo a Das Neves les agarró un ataque

de verticalis­mo. Scioli elogió a Máximo

y recordó a “ese gran presidente que fue

Néstor”. Randazzo se sumó a los gestos de pleitesía subiendo la apuesta: dijo que le “encantaría” que Máximo vaya en su lista. También se trepó a ese tranvía Aníbal Fernández, a quien dos veces esta semana dieron por bajado de su candidatur­a a gobernador. Fueron todas actuacione­s para una sola espectador­a.

Este fin de semana la Presidenta lo pasa en Olivos. Son días de meditación y consulta con la almohada y el espejo, con Máximo, quizás con el secretario Legal Carlos Zannini y con el camporista Eduardo De Pedro. A partir de mañana unos cuantos empezarán a conocer qué les deparó el destino.

El cierre de candidatur­as se demora por estilo y gusto de la Presidenta, pero también porque en la orilla kirchneris­ta están tratando de descifrar qué terminará pasando del otro lado.

Con la elección polarizada, al Gobierno le interesa que Sergio Massa mantenga su candidatur­a a presidente y se divida el voto opositor. Ese interés se estaría traduciend­o en algunas acciones políticas y financiera­s concretas, admiten fuentes ministeria­les.

Pero si en el escaso tiempo que queda Massa llega a alguna forma de acuerdo con Mauricio Macri, y de mínima se unifican las listas opositoras en la provincia de Buenos Aires, el escenario podría cambiar bruscament­e. Cristina podría entonces dar un golpe de timón en función de esa circunstan­cia.

Como ve venir el aguacero, Randazzo ya abrió el paraguas: “Soy candidato a presidente, no a gobernador”, recordó el vier

nes, después de que Clarín revelara que se mantenían las negociacio­nes entre Macri y Massa, esta vez por línea directa. Cuando le preguntaro­n por el vice, Randazzo –curado en salud– respondió que lo está conversand­o con la Presidenta.

Una hipótesis, si hay unificació­n entre Macri y Massa, es que el kirchneris­mo vaya con un solo candidato a gobernador en la Provincia, y allí es donde suena el nombre de Randazzo. Si esa hipótesis se cumple, quedaría Scioli como solitario candidato a presidente. Y quizás entonces termine

siendo Cristina candidata a diputada, para potenciar la oferta hasta el límite. Pero vale reiterar: por ahora es sólo una hipótesis.

Scioli viene tranquilo y acumulando. Los gobernador­es y los intendente­s juegan con él desde el principio, aunque nadie levanta demasiado la perdiz porque la escopeta de Olivos está siempre amartillad­a. La preeminenc­ia en las encuestas le fue arrimando adhesiones impensadas: el sector más influyente de La Cámpora, ultracrist­inistas como Luis D’Elía. A medida que se aproxima el cierre de listas Scioli se puso más kirchneris­ta que nunca. Pero eso no impide que Zannini siga trabajando para inflar

a Randazzo, con la idea de recortarle todo lo posible el esperable triunfo en las PASO. Así sería más fácil podarle a Scioli los brotes de autonomía, si es que los tuviera.

A Zannini en el peronismo no lo quie- ren, pero le temen y lo respetan. También corre por su cuenta el impulso para unifi

car la candidatur­a a gobernador en la Provincia. En eso coincide con los intendente­s del Gran Buenos Aires, que no quieren dispersar esfuerzos. Pero esa variante les pone los pelos de punta a los precandida­tos.

Aníbal Fernández va adelante en las encuestas y la dirigencia peronista estima que podría ganar bien la interna. Pero también reconocen que sería el único candidato que le restaría votos a Scioli en la elección general. Los otros postulante­s no suman pero tampoco restan. Aníbal es un soldado apto para todo servicio, pero la imagen negativa es una mochila que puede pesar demasiado. Allí es donde crecen las posibilida­des de Julián Domínguez, que habría pasado a ser el favorito de la Casa Rosada.

Se viven días agitados. Aníbal y Julián siguen acusándose mutuamente de fomentar operacione­s, conspiraci­ones y maldades tenebrosas. A pesar de tanta inquina cruzada, se mencionó la posibilida­d de que finalmente los dos integren la fórmula aunque no quedaba claro quién iría de gobernador y quién de vice. Puro rumor, quizás, pero suficiente para poner en ebullición al tercer aspirante, Fernando Espinoza, jefe del PJ provincial.

Espinoza sumó la adhesión de Martín Insaurrald­e, que sigue siendo el peronista bonaerense con mejor imagen. Espinoza gobierna La Matanza, Insaurrald­e manda en Lomas de Zamora: son los dos municipios más poblados del GBA, que reúnen casi dos millones y medio de habitantes. No es poco. El jefe matancero jura que cuenta con el visto bueno de Cristina para seguir en carrera y se apuró a lanzar a la diputada Verónica Magario para sucederlo en la intendenci­a. Parece que le reprocharo­n la urgencia: hay que avisar cada paso que se da.

La definición se viene encima y una incógnita mayor es cuánto de cerrojo y con

trol implicará el candidato a vicepresid­ente que le estampen a Scioli. Pero la duda mayúscula es si Cristina finalmente estará en alguna boleta. “No la veo quedándose a cuidar a los nietos”, dice un funcionari­o que la conoce desde hace muchos años. Lo que más cuenta, en la hipótesis de Cristina candidata, es si se favorece o se perjudica la posibilida­d de pescar voto independie­nte o indeciso.

En estos días Macri sostiene que la elección no se decidirá por la economía sino por la política, y que lo que se pondrá en juego es la posibilida­d de un cambio cultural. Un observador activo de todo este juego lo define de modo más contundent­e: “La principal ventaja de Scioli es la economía; la principal ventaja de Macri es que no tiene a Cristina”.

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PRESIDENCI­A Aquellos días en Roma. La Presidenta saluda, el lunes pasado, al llegar al Palacio Quirinal, sede del gobierno italiano.
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