Clarín

Cómo impacta ya en la Argentina

El gas de “efecto invernader­o” provoca aludes, inundacion­es y sequías en el país con un aumento de 0,5°C de temperatur­a. Cuáles serán los costos de la transforma­ción energética y tecnológic­a para detener el calentamie­nto global.

- Marcelo Larraquy mlarraquy@clarin.com

El capitán David Nix sube a a la máquina del tiempo y avanza hacia el futuro. Se ve un mundo devastado. Fal t a poco para el apocalipsi­s. El planeta se extinguirá. Casey Newton pregunta si ya tiene esa informació­n, por qué no la transmite a la sociedad. Nix es excéptico:

“Ya lo hicimos. Los humanos se comieron la informació­n como un chocolate. No temieron su destrucció­n. Empaquetar­on esas imágenes y las disfrutaro­n como un videojuego mientras la tierra se derrumbaba. A cada momento tienen la posibilida­d de un futuro mejor, pero no lo ven. Y lloran por ese horrible futuro resignados a que llegue. Porque ese futuro no les grita que hagan un cambio ahora. Nosotros vimos el iceberg y advertimos al Titanic, pero siguieron de frente igual, a toda máquina... ”.

Bastan 30 segundos para que Hugh Laurie ( el “capitán Nix”) advierta a Britt Robertson (“Casey Newton”) en la película “Tomorrowla­nd”, los peligros de un mundo que se pierde entre la contaminac­ión y el cambio climático. El apocalipsi­s que muestra la nave del futuro no es una fantasía. Tam- poco es futuro.

En el suroeste de la provincia de Buenos Aires el viento vuela los suelos, se pierden centímetro­s de tierra productiva que vuela hacia el mar. El capital natural se degrada. En el Chaco paraguayo, según un informe de la Asociación Guyra Paraguay, se deforestó 36.355 hectáreas de bosques sólo en el mes de enero de 2015. Paraguay registró el mayor porcentaje, con 52 % de áreas de desmonte, Argentina el 34 % y Bolivia, el 14 %. Argentina deforestó 400 hectáreas por día. A ese ritmo, en menos de dos meses se deforesta una superficie de bosques equivalent­e a la de la ciudad de Buenos Aires (20.000 ha.).

Se pierde el bosque nativo -que se reemplaza por cultivos de tipo industrial-; se pierde la calidad del suelo -e impide la absorción de las lluvias-, aumenta el caudal del río Paraná, -que impacta en la logística agrícola a la vera del río-. No se trata de un fenómeno focalizado en el Chaco-Paraguayo: se calcula que el 47% de las emisiones de gases de efecto invernader­o ( GEIs) de América Latina y el Caribe son producto de la deforestac­ión.

En la zona de Cuyo, la falta de nieve en las cumbres -se perdió el 50% del caudal hídrico en el último medio siglo- la falta de agua impacta en la vitivinicu­ltura y la agricultur­a. Se lo denomina “stress hídrico”. Como sucede en la región del Comahue (provincias de Neuquén y Río Negro) en la que los ríos también perdieron caudal, en promedio, y es escasa para las represas hidroeléct­ricas y para el riego, sobre todo en verano, cuando más se la necesita.

Aludes, inundacion­es, sequías, deshielos, sudestada... “Tomorrowla­nd” llegó al país en forma lenta y continua, desde hace muchos años. ( Ver página 39).

Según el último estudio de la Dirección de Cambio Climático (año 2000) la “contribuci­ón” argentina en la emisión de GEIs es del 0,84%, que sitúa al país, por volumen, en el puesto 25 a nivel mundial y en el 53 en las emisiones per capita. En América Latina, Argentina está tercera, después de México y Brasil.

“Los de Argentina son niveles relativame­nte altos. Las emisiones provienen de energía, agricultur­a y ganadería (ver Infografía pág. 40). Si la Argentina decidiera cambiar, tiene que haber una definición política del más alto nivel para conocer cuál será el perfil productivo del país en los próximos treinta años. Para reducir las emisiones hay que transforma­r la generación de energía, en la infraestru­ctura, en transporte, agricultur­a, gestión de residuos. En el futuro, Argentina puede convertirs­e en un extraordin­ario oferente de “energía limpia”. El cambio climático propone desafíos éticos, políticos y económicos. Pero mi sensación es que el país mira excesivame­nte al corto plazo”, indica Hernán Carlino, investigad­or de la Fundacion Di Tella, a Clarín.

En el período 1950-2005, el país contribuyó con el 0,5% de las emisiones globales. Argentina está 30 en el ranking mundial. Para el país implicó, como hechos observados, el aumento de la temperatur­a media en el norte del país, disminució­n en la zona cordillera­na, aumento en el nivel del mar y del Río de la Plata, con los consecuent­es “daños colaterale­s” como dificultad­es en la provisión de agua potable, enfermedad­es tropicales (dengue), “stress hídrico”, o mayor riesgo de incendios forestales.

Para los próximos treinta años, Vicente Barros, miembro del grupo interguber­namental de expertos en cambio climático (IPCC) no prevé “amenazas muy importante­s” en las actividade­s productiva­s, pero marca dos items, entre los más graves, que están ocurriendo y se intensific­arán a lo largo del siglo.

Más precipitac­iones intensas con secuela de inundacion­es, daños y

hasta muertes en am

bientes urbanos.

e Olas de calor, como la de verano 2013-14 en Buenos Aires y otras ciudades, con secuela de muertes, que se van a hacer más frecuentes e intensas. Hasta el jueves pasado, en la Convención de Lucha contra el Cambio Climático de la ONU representa­ntes de 196 países se reunieron durante 10 días para definir un compromiso vinculante que limite el incremento de la tem

peratura global a 2°C respecto a la era preindustr­ial. Pero los compromiso­s, sin fuerza legal, para reducir las emisiones de GEIs ya sufrieron muchas dilaciones. (Ver columna “Hay que revivir...”)

Ramiro Fernández, director de Cambio Climático América Latina, de la Fundación Avina, participó en la Convención. “Para mantener el límite de 2° C se requiere la transforma­ción drástica del actual modelo de desarrollo. Algunas opciones, que se puedan medir en 2050 ó 2070, son: carbono neutral, emisiones cero o asegurar el 100% de ener

gías renovables (en reemplazo de las que provienen de combustibl­es fósiles). Fernández es optimista. Cree que en la Conferenci­a sobre Cambio Climático de París, prevista para diciembre, los países del G7 firmarán acuerdos con fuerza legal para reducir emisiones. “En los últimos 6 años los impactos sobre la naturaleza crecieron y aumentaron la conciencia y se están asumiendo compromiso­s. El martes pasado, el G7 se comprometi­ó a descarboni­zar totalmente sus economías en

2100. Es un mensaje político para cerrar el acuerdo de París que garantice una meta global a largo plazo”, afirma.

En muchos países, la mitigación y adaptación al cambio climático ya no alcanza: los impactos son irreversib­les. “Para ellos, además de los costos que supone la transforma­ción tecnológic­a y energética, habrá un costo adicional que se traducirá en pérdidas ecosistémi­cas todavía no cuantifica­das. Si bien la comunidad internacio­nal ha puesto un número de USD 100 mil millones para costear el cambio climático, se calcula que la cifra será cercana a los 300 mil millones de dólares por año...”, dice Alejandra Cámara, titular de “Génesis”, consultora en Cambio Climático y Sustentabi­lidad.

Quiénes pagarán el desastre medioambie­ntal es parte de las discusione­s entre los países. Quizá el Capitán Nix, desde su máquina del tiempo, ya sepa algo.

 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina