Clarín

Hay que revivir la utopía de la Tierra del Futuro

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- Gustavo Sierra gsierra@clarin.com

Si la ciencia lograra sustituir la matriz energética, tendremos un planeta más limpio

n Copenhague, en el 2009, estaba todo preparado para un cambio sustancial en la matriz energética del planeta y, por ende, de la lucha contra el cambio climático. Los líderes de todo el mundo viajaron a la capital dinamarque­sa para una negociació­n de último momento. Estaban allí los presidente­s de los dos países más contaminan­tes, Estados Unidos y China. India, que depende en buena medida del carbón para mover su economía y es la tercera emisora de los gases que producen el efecto invernader­o, parecía estar dispuesta a ceder posiciones. La Unión Europea se colocó a la vanguardia y se comprometi­ó a hacer recortes del 25% de sus emisiones. Pero nada de eso sirvió. A último momento, China acompañada por Brasil, India, Rusia y otros países en desarrollo se echaron atrás. Barack Obama se fue del recinto de la convención sin anuncio y habló de un acuerdo de compromiso retórico y poco práctico al pie del avión que lo devolvía a Washington. Copenhague iba a ser revolucion­aria y terminó convirtien­do la utopía de la Tierra del Futuro en un basurero humeante.

Un año más tarde, en Cancún, comenzó un nuevo proceso que lentamente nos lleva a la convención de fin de año de París en la que, finalmente, se espera un acuerdo que reemplace al alcanzado en Kioto en 1997. El

objetivo es simple: mantener el calentamie­nto global por debajo

de los dos grados centígrado­s con respecto a la era pre industrial. Los científico­s de la ONU nos informan que la temperatur­a del planeta ya aumentó casi un grado (0,8 a 0,9, de acuerdo a las diversas fuentes) y que se puede alcanzar el límite que provocaría

daños irreversib­les a mediados del siglo. Para que esto no suceda, los países más contaminan­tes deben mantener sus promesas de recortar entre un 25% y un 40% sus emisiones en los próximos 15 años. Mucho va a depender del cambio tecnológic­o. Si hay un avance sustancial en ciencia que permita sustituir la matriz energética de las potencias sin que pierdan su liderazgo, tendremos un planeta más limpio. De lo contrario nos van a llevar al borde del abismo.

El otro punto es cuánto están dispuestas las potencias a contribuir a un fondo que compense a los países de menos recursos para que puedan hacer la reconversi­ón de sus economías.

Los países en desarrollo exigen tener las mismas posibilida­des que tuvieron las potencias que se desarrolla­ron contaminan­do en detrimento de todos. Alemania dio un paso la última semana y lideró al G-7 en la creación de un más abultado Fondo Verde. Los países africanos siguen reclamando más recursos. Esa es una negociació­n que puede ir mucho más allá de la próxima cumbre pero los límites deberían ser fijados allí.

Copenhague fue un golpe de realismo. París tiene la obligación de revivir la utopía de la Tierra del Futuro.

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