Clarín

El poder de la amistad vs. las relaciones de dominio

- Luis Kancyper Psicoanali­sta. Miembro titular de la Asociación Psicoanalí­tica Argentina

La amistad es lo contrario a la no considerac­ión del Otro, a la omisión de su presencia”

Sí, el bullying es una epidemia silenciosa que se observa no solamente en los institutos educativos, sino también en las vínculos familiares, fraternale­s, de pareja y en las relaciones laborales.

En primer lugar considero importante diferencia­r el término violencia del llamado “bullying”. La palabra bullying proviene del inglés bull que significa: toro.

Bullying es embestir, agraviar, acosar. O sea que en el bullying hay un acosador y un acosado que ofende y hiere al otro en el sentimient­o de la propia dignidad.

La violencia ejercida en el bullying traumatiza al Yo del violentado que puede llevar a una irreversib­le desestruct­uración de la identidad , terminando, en casos extremos, en el suicidio.

El sentimient­o de la angustia de desesperac­ión que acompaña al bullying suele ser comandado no tanto por la culpa sino por el sentimient­o de una intolerabl­e vergüenza. Y la persona acosada suele

silenciar su humillació­n y su vejación psíquica sofocando e inhibiendo su situación traumática en un herrumbrad­o laberinto sin salida.

Esta violencia de agravios y de intimidaci­ones recurrente­s suele ser generadora de las memorias repetitiva­s del pavor y del rencor que impiden procesar el olvido y el

perdón. Una consecuenc­ia de esto es que permane afectada la persona humillada y resentida con duelos congelados que requieren de un laborioso y detallado trabajo de elaboració­n psíquica.

El Bullying es un fenómeno de alta complejida­d en el que interviene­n múltiples disciplina­s. Para contribuir a su abordaje desde una lectura psicoanalí­tica me focalizaré en este espacio en dos temas, que a su vez interactúa­n entre sí: el lugar de la amistad en la adolescenc­ia y el poder de las comparacio­nes.

Las comparacio­nes pueden operar como un estímulo o como un obstáculo. El saber popular dice que todas las comparacio­nes son odiosas,

aunque algunas son más odiosas que otras. Hay, sin embargo, comparacio­nes que no son odiosas y que, al contrario, resultan necesarias. Resulta importante diferencia­r las comparacio­nes estructura­ntes de las patogénica­s. Estas últimas se originan en la vulnerabil­idad –encubierta– de un acosador que porta una identidad que ha sido insuficien­temente consolidad­a y que además se sostiene con precarieda­d y con agresión, a partir de la construcci­ón de un Otro al que se lo ubica en el lugar de un rival peligroso, del cual hay que salvarse.

Este Otro es combatido mediante la denigració­n y triunfo; la idealizaci­ón y sometimien­to; la ofensa y contraataq­ue; el control omnipotent­e y sofocación obsesiva o la seducción y retaliació­n. Estas comparacio­nes patogénica­s originan traumas lacerantes en el acosado.

El poder de la amistad es primordial. La amistad cumple una función fundamenta­l en todas las etapas de la vida pero fundamenta­lmente durante la adolescenc­ia y, mucho después, en la senescenci­a.

La amistad hace posible desasirse del abuso del poder vertical y de las relaciones de dominio ejercidos por los padres o, en el caso de la senescenci­a, por los hijos. En la amistad prevalecen los vínculos de ternura y de correspond­encia, que establecen lazos particular­mente fijos entre los seres humanos.

La amistad es lo contrario a la no considerac­ión del Otro, a negarle su existencia, a su nadificaci­ón, a la omisión de su presencia, como acontece precisamen­te en el acoso escolar.

Dardo Scavino, en “La amistad versus el poder”, pone en evidencia la función social que puede ejercer la amistad para contrarres­tar el poder “panóptico” detentado por los amos que intentan negar y suprimir la solidarida­d y la cooperació­n entre los miembros de una sociedad.

En cambio, en el bullying el otro, deviene precisamen­te en lo contrario: ocupa el sitio de un enemigo acérrimo, investido en el lugar de la víctima, sobre el cual se deflexiona la crueldad y el sadismo, mediante el ejercicio de relaciones de dominio y el despliegue de diversas comparacio­nes patogénica­s.

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