Clarín

Y un día los teléfonos terminaron en la panera

- Sergio Ferraro

Primero fue la urgente necesidad de despejar una duda. Y ahí nos pelábamos para ver quien tenía el teléfono más rápido y más inteligent­e. Después fue el video del día. El afortunado que lo había visto primero lo viralizaba en el grupo de Wathsapp y ahí empezaba otra vez la carrera para ver quien tenía mejor conexión, quien lo veía primero. Todo mientras llegaban los chori- zos, pedíamos carne, le entrábamos a las papas fritas. El ritual de juntarnos a comer entre amigos todos los jueves lleva algo así como 20 años. Nació mucho antes de que el celular se convirtier­a en una extensión del brazo. Siempre somos los mismos y me animo a decir que siempre hablamos de los mismo temas. Y de eso se trata, de seguir hablando. Porque por todo lo descripto en el inicio de esta columna, hace algunos jueves nos sorprendim­os en plena cena cuando todos estábamos usando por distintos motivos el celular a la vez. Y (algunos) dijimos basta. (Casi) todos los celulares fueron a parar la panera y bajo ningún concepto se permitió tocarlos. Y todo tiene su sentido. Nos encontramo­s, nos sentamos, llega el pan y lo comemos. Tiempo suficiente para chequear los mails, hacer el último llamado y hasta despejar una duda en Google o ver el video del día. La prueba fue superada por la mayoría y si bien no hubo descuento (tome nota señor carnicero de Barracas y dueño de parrilla en Palermo) creo que la comida nos cayó mejor. Así que amigos de la cena de los jueves sepan: de ahora en más no se puede faltar por tener sueño y los celulares terminan en la panera.

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