Del entusiasmo a la decepción
Los 8 mil argentinos que estuvieron en el estadio oscilaron al compás del partido. Los chilenos apoyaron a Paraguay.
El público suele servir de termómetro, de referencia para explicar sensaciones, momentos. Incluso para interpretar la actuación de un equipo y las consecuencias del resultado. Es el caso: los 8.000 hinchas argentinos que estuvieron en el estadio La Portada oscilaron entre el entusiasmo, la alegría, la bronca y la decepción en función de lo que la Selección de Martino ofrecía sobre el césped. El comienzo tuvo al himno con el ya mundialmente conocido “oooooooo” alargado para acompañar el estribillo. Faltó, eso sí, un cantito unificador. No tuvo reemplazo el ya memorable “Brasil decime qué se siente”, ese que tanto se escuchó en la Copa del Mundo del año pasado.
Después continuaron los aplausos al momento del altoparlante con las formaciones de los equipos. Messi -perfecta obviedad- encabe- zó la lista de ovacionados. El podio lo completaron Tevez y Di María. El Tata estuvo casi a esa altura en términos de reconocimientos.
Con los goles se corroboró la importante presencia de los hinchas argentinos. En el tramo feliz dejaron en silencio a los chilenos que allí esperaban agazapados algún tropiezo de los vecinos del otro lado de Los Andes. Surgieron los cantitos, los aplausos repetidos, el murmullo ante cada aparición de Messi. En el campo de juego, el equipo acompañaba con una actuación convincente y con un resultado conveniente.
Ya en la última media hora, el contorno fue variando: el descuento de Paraguay invitó a la ansiedad y también a algunos silencios. Entonces, los chilenos -que hicieron local a Paraguay, al menos en sus deseos- comenzaron con su clásico “Chi- chi- chi / Le-le-le /Vi-va Chile”. La respuesta argentina fue unánime: “El que no salta / es un inglés”. Retrato de viejas heridas.
A esa altura, el equipo de Martino padecía. Y los hinchas, también. El empate fue la consecuencia de ese mal rato. Y también la causa de la decepción de los hinchas viajeros.
Antes, esos mismos hinchas que estaban en el estadio habían participado de los típicos ritos de cada antesala: pusieron el Faro de la Avenida del Mar como punto de encuentro. Allí cantaron, se abrazaron, algunos con los suyos, otros con los recién conocidos. Y luego, juntos fueron llegando al estadio. Afuera de La Portada se quedaron otras 3.000 personas buscando televisores para ver el partido. Una buena noticia ofreció esta cita: no hubo barras. En La Serena, el ambiente se pareció al de cualquier partido de Eliminatorias en el Monumental. Apenas faltó la alegría esperada para el desenlace.