Clarín

Los manuales no muerden: lección para principian­tes

- Marcelo Helfgot mhelfgot@clarin.com

Un baño de derechos humanos y otro de rosca de comité. Entre esos parámetros debe leerse la decisión del tándem Mauricio Macri-María Eugenia Vidal de admitir la fallida designació­n de otro porteño para completar la fórmula bonaerense, reemplazán­dolo en el aire con el aliado más digerible.

Un fiel y eficiente ladero de ínfimo conocimien­to público desplazado a tiempo por la más díscola y famosa de las hijas políticas, para devolverle protagonis­mo en la carrera presidenci­al al mandamás de la Reina del Plata.

Las alquimias exploradas en los laboratori­os más “amarillist­as” del PRO durante largas semanas se asomaban, como en una escena imaginada por García Márquez, a las orillas de un estallido. Los operadores de la conexión Parque Patricios (sede porteña) y Bajo porteño (Fundación Pensar) se cruzaban dardos ante la falta de soluciones, que Macri –debutante en la maratón presidenci­al– terminó hallando en los manuales de política elemental.

El acompañami­ento de un radical en la Provincia, cuna de Yrigoyen y de una docena y media de intendente­s, figuraba en las primera páginas desde el momento en que el centenario partido acep- tó someterse orgánicame­nte a la protección electoral de una figura más alejada de la socialdemo­cracia de Raúl Alfonsín que del alvearismo al que buscó desterrar.

Como reveló Clarín en la edidción del 16 de mayo, Macri le había puesto el ojo a Daniel Salvador para impregnars­e de su prestigio por la tarea que cumplió en la Conadep. Por arte de magia, debió mandar emisarios a convencerl­o un mes después para

apagar el fuego que encendió la irrupción de Cristian Ritondo.

Michetti se había autoexclui­do porque creía que la primera oferta le llegó para quitarla del juego en Capital. Tal vez haya acertado, aunque midió mal las consecuenc­ias. La segunda oportunida­d –pocas veces se dan en la vida– le llegó casi por descarte: si el kirchneris­mo no hubiera cerrado filas con una lista única, el vice del jefe porteño era hoy Marcos Peña.

Antes de designar a la senadora, Macri ya había salteado varios capítulos que le aconsejaba­n

extender las alianzas. En el caso Ritondo, insiste que fue a libre elección de Vidal, la última en resignar el nobramient­o.

Desde su equipo hicieron saber que el vice de la Legislatur­a se enteró de la furia radical el jueves, en plena autopista Dellepiane – donde inauguraba una obra junto a Vidal–, originada en el incum

plimiento de promesas de reparto de cargos por parte del operador macrista, Emilio Monzó. Dicen que ya Macri le había puesto de

“intervento­r” a su primo Jorge. Y se volvió al prólogo del manual.

La gente de Ritondo le endilga el tropiezo a las idas y vueltas en la negociació­n con la UCR

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