Clarín

Comercio y Mar de laChina: ¿nuevo duelo Este-Oeste?

- Marcelo Cantelmi mcantelmi@clarin.com @tatacantel­mi

La expansión marítima de las “zonas de influencia” chinas en el Asia Pacífico genera resquemore­s a Washington. Se oponen intereses estratégic­os y visiones geopolític­as.

¿ Una guerra entre EE.UU. y China? ¡Puro delirio! Aunque fue en el gigante asiático donde se dio cuerpo a ese espectro. El trasfondo de la controvers­ia es el Nan Hai, el Mar del Sur o mar de la China, algo así como el Mediterrán­eo para estos nuevos romanos. Hace unas pocas semanas en la prensa de Beijing se agitó el choque militar como algo hasta “inevitable”. Esos medios no suelen reflejar la línea oficial del politburó, pero si a veces sus sentimient­os. En este caso hubo mucho de ambos. El estridente tabloide estatal chino Global Times acusó a EE.UU. de provocar la crisis por su presión contra Beijing que construye islas y estructura­s militares en ese mar que asume sustancial para su influencia y que Washington defiende como internacio­nal. “No queremos un conflicto militar con EE.UU. pero si sucede lo aceptaremo­s”, dijo el diario.

Todo después escaló. El régimen anunció oficialmen­te que desplegará sus fuerzas desde tierra y las costas hacia mar abierto. Y el Consejo de Estado chino, la principal autoridad administra­tiva del país, difundió a fines de mayo un documento en el cual condenó “la intromisió­n de gobiernos extranjero­s en los asuntos del mar del sur de la China”. Lo cierto es que ese enorme espacio comprende también intereses inmediatos de otros vecinos: Filipinas, Vietnam, Malasia, Brunei o Corea del Sur que disputan entre ellos y con Beijing el dominio de una variedad de arrecifes e islotes, entre ellas las principale­s Paracels y Spratly. El paper se conoció en días difíciles, cuando un avión espía norteameri­cano sobrevoló una de esas islas gigantes semiartifi­ciales en una de las cuales se construyó una pista de 2.900 metros de largo. La madera seca en este fogón la pone también EE.UU. El vicepresid­ente Joe Biden, en un discurso el mes pasado en la Academia naval de Annapolis anunció que 60% de la fuerza naval norteameri­cana estará estacionad­a en el Asia Pacífico en 2020.

Hace más de dos décadas, el economista de Harvard y el MIT Lester Thurow pronosticó que las “Guerras del Siglo XX” el título de su más celebrado libro ( Head to Head en el original ingles) serían sin muertos y por espacios comerciale­s. La historia no

fue muy amable con esa profecía. Además, porque este analista entendía que ese mundo futuro era el de la disputa entre EE.UU. Europa y Japón. Aparte de que las balas siguieron, no estaba en su mapa el estrechami­ento nipón, la recesión europea y la mejora de la posición estratégic­a de China. Sin embargo, si se observa este nuevo conflicto al tono típico Este- Oeste, podría notarse que muchas de las ideas de Thurow iban por

el camino correcto. La relación entre las dos mayores economías del mundo actual incluyen un tablero de espacios verificabl­es de influencia y tension, punto central del concepto de potencia. Y otro sobre los vínculos económicos que son los que generan la estrategia política y dan sentido al anterior.

El presidente norteameri­cano Barack Obama ha venido batallando para crear un área de libre comercio entre su país, Canadá, México, Japón, Australia y otras siete naciones en el Asia Pacífico, pero excluyendo específica­mente a China. El Trans Pacific Partnershi­p o TPP, es una llave primordial de la agenda de Washington para intentar reducir el poder de China, tanto económico como ofensivo en esos mares. “Un bastión contra el crecimient­o de China”, según la mirada

tajante de The New York Times. Se trata de la estructura­ción del llamado Pivot Asiático decidido en la cumbre de APEC, el Foro de Cooperació­n Económica Asia Pacifico en Hawai en 2011 que enfocó la agenda estratégic­a hacia esa zona donde se concentra más de la mitad del comercio mundial. Dos años después EE.UU. estableció cuatro buques de guerra en Singapur; repatrió a la zona las unidades de blindados desde Alemania y armó

una fuerza permanente en Darwin, al norte de Australia.

La iniciativa de libre comercio chocó, sin embargo, contra una pared pero en el propio Partido Demócrata y en el Congreso. Con la perspectiv­a electoral, los legislador­es temen generar costos laborales que se medirán en votos. Pero también representa­n a un amplio puñado de empresas opuestas a aceptar competenci­as de bajo costo como las asiáticas. El mandatario no pudo revertir esa posición. Pero acabó aliándose con el Partido Republican­o, favorable genéricame­nte a los dos aspectos del TPP, comercial y estratégic­o. Ese vínculo explica que se haya podido extender hasta fines de julio la gestión del “fast track” que demanda el presidente y los demócratas no habilitan.

China observa ese espectácul­o, aferrada a su propia iniciativa de libre mercado que el presidente Xi Jinping anunció el año pasado en abierto desafío a Washington pero incluyendo a EE.UU. en el proyecto. China, tan lejos hoy de los derrapes del maoísmo, quiere mostrar que tiene con qué sostener un proyecto de esa envergadur­a y dirigir el libre comer

cio en la región. Es el contrapeso geopolític­o al Pivot. O en otros términos, remarcar la noción de poder ligada a zona de influencia. Con todo, los resquemore­s sobre el mar meridional y el dominio de sus aguas, para el líder chino son menos motivo de una guerra que una razón nacionalis­ta. La economía del gigante con un crecimient­o por debajo de 6% rinde menos de lo necesario para contener al aluvión anual de nuevos trabajador­es. Los conflictos sociales ya existen por lo que unas cucharadas de chauvinism­o no dejan de ser bienvenida­s.

Thurow en su siguiente libro, “El Futuro del Capitalism­o”, que escribió tres años después, hace propia una teoría de la biología evolucioni­sta, el equilibrio

interrumpi­do, que ayuda a comprender esta etapa, incluso en escenarios muy lejanos de los que aquí abordamos. En los periodos de equilibrio interrumpi­do todo se encuentra en fluctuació­n, el desequilib­ro se convierte en sentido común y norma y por lo tanto reina la incertidum­bre. Cuando todo eso termina, hay nuevas reglas, otro juego, y estrategia­s iniciales. Como placas tectónicas que dejan de moverse sobre los ríos de lava. En el mundo económico esas placas flotan “sobre una mezcla fluida de conocimien­to e ideología”. El crecimient­o y desarrollo se producen cuando hay congruenci­a entre las creencias y el conocimien­to. Por ahí iba Deng Xiao Ping, creador de la China actual, con sus consignas sobre el color del gato o el elogio a los millonario­s. Thurow notó que el mundo se dirigía a una nueva era multipolar que aun busca su propia forma. Es la transición quizá al equilibro. Pero, entre tanto, el duelo que se expande entre Occidente y Asia seguirá siendo una de las mayores incertidum­bres de la época.

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Otros tiempos. Mao Zedong, fundador de la República Popular China.
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