Clarín

Breve historia de la división de Buenos Aires

“Hubo que definir los espacios de los grupos sociales y crear arquitectu­ras acordes”.

- Daniel Schavelzon * * Arquitecto, especialis­ta en arqueologí­a urbana

Todo comenzó con Sarmiento y lo concretó Avellaneda: había que mudarse al Norte. No era por pestes, insalubrid­ad ni falta de agua corriente, ya que eso vino después. Había que escindir la ciudad en grupos sociales, definir los espacios de cada uno y crear arquitectu­ras acordes al liberalism­o reinante, aunque se fuera conservado­r en política. Ya no se podía vivir en un gran caserón de patios por más ornamentad­a que fuera la fachada (como hizo Sarmiento); había que ostentar la riqueza desmesurad­a que generaban las estancias y las primeras industrias, gracias a mano de obra que llegaba a raudales. Para 1880 quedó establecid­a la diferencia: palacetes de gran porte y prestancia en Barrio Norte, casonas transforma­das en inquilinat­os y conventill­os en el Sur. ¿Nos suena la historia? Lo que comenzó inocenteme­nte después de Caseros con Roca y Juárez Celman fue una política urbana bien organizada por Torcuato de Alvear y sus paisajista­s.

En los alrededore­s de la actual plaza San Martín, lo que había sido un lugar temible por el mercado de esclavos se transformó en lujo. El palacio San Martín o el Círculo Militar son ejemplos de lo poco que quedó de esa arquitectu­ra; algo hay pero poco. Así nació la ciudad dividida. Tratamos de cambiarla pero no es sencillo porque pasó un siglo y medio de consolidac­ión. Creamos un Barrio Colonial en el que nada queda de verdadero colonial (supongamos que al menos interiores de muros de un par de iglesias, ya que ni el revoque es antiguo) y lo llamamos Centro Histórico, a la vez que el verdadero centro cambia a pasos acelerados sin perdonar casi nada. Los turistas se asombran al oír hablar de la colonia cuando lo que ven es posterior a 1860, otro absurdo de esa división que creemos poder modificar usando nombres equivocado­s. Es hermoso tener un área peatonal, salvar lo que queda, loable, pero también hay que entender esa historia de clases, grupos y poderes que se refleja en cada casa de cada cuadra de nuestra hermosa Buenos Aires.

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