Clarín

Uma llama por todos nosotros

- rroa@clarin.com Ricardo Roa

A los 7 años Uma sabe que es mejor llamar a los noticieros. Los policías que no detienen a los suyos le dan la razón.

Lo más estremeced­or del mensaje de Uma, a la que le mataron el papá, es el desamparo que denuncia su ruego tremendo: “Abuela, mataron a papito, llamá a los noticieros”.

Uma tiene apenas 7 años y ya sabe qué es un asesinato y qué es una entradera. Estremece que lo sepa como lo saben los chicos, con esa mezcla de realismo y fantasía tan fuerte a esa edad y que siempre nos persigue después. Pasó hace un mes en Lomas de Zamora. Clarín lo supo y publicó ayer. Decir que fue una pesadilla es poco para definir lo que pasó: un ladrón se metió en la casa y le disparó al padre. El asesino habría sido ahora detenido (ver pág. 85).

El grito de Uma exhibe su tragedia personal y el drama social de la insegurida­d en el que todos estamos sumergidos. También exhibe la ausencia del Estado. Tan profunda que hasta una nena en el peor momento de su vida sufre con conciencia.

Uma no le pidió a la abuela que llame a la Policía. Quiso que llamara a los noticieros no porque el asesinato de su papá fuese una noticia para dar. La nena sabe que no pasa nada con las muertes de todos los días y que si hay un freno posible y débil será seguir llamando a los noticieros para que alguien haga alguna vez desde el Estado lo que tiene que hacer.

El periodismo es una salvaguard­a de última instancia que puede, por la fuerza de la publicació­n, poner en marcha la maquinaria que no pone en marcha la respuesta institucio­nal. Lo explicó ayer Rolando Barbano. El periodismo no está para recibir el pedido de auxilio de las víctimas pero queda instalado en ese terreno porque si no nadie responde.

El grito de Uma es al vacío y vuelve a revelarse cuando policías detectan una picada y dejan hacer porque se enteran de que quien maneja el auto a gran velocidad es

policía. Los noticieros de esos que ve Uma revelaron el diálogo (ver pág. 84): –¿Ya lo pararon, Rosante? –Listo, listo. Ya lo paramos. Es efectivo policial. Son dos efectivos policiales jugando picadas. Lo conozco. Labura acá, con nosotros. –¡Ah bueno! ¿Quiénes son? – No, no correspond­e. No correspond­e. Ya está. Ya los liberé.

Es una mortal acción corporativ­a. La conducta corporativ­a es siempre contra los

otros. Si hay policías que realizan picadas y hay otros policías que los encubren todos quedamos todavía más desprotegi­dos. Amenazados por esa complicida­d.

Uma perdió a su papá. Un policía sube a su auto para acelerar aunque la consecuenc­ia pudiera ser la muerte de otros y no lo detienen. Es un drama del que no salimos. Pero si no salimos, nos hundimos en él.

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