Clarín

Las lecciones que dejó el default argentino

- Joseph E. Stiglitz y Martín Guzmán

Cuando cinco años atrás empezó la crisis griega, Europa extendió la mano para brindarle ayuda. Pero fue una ayuda muy distinta de la que hubiera sido deseable.

Las propuestas iniciales mostraron que Alemania y otros “salvadores” obtenían beneficios de los padecimien­tos de Grecia, cobrando una tasa de interés mucho pero mucho más alta que el costo de su capital. Peor aún, le imponían condicione­s –cambios en sus políticas macro y microeconó­micas– que debían implementa­rse a cambio del dinero.

Tal condiciona­miento formó parte habitual de las prácticas crediticia­s del FMI y el Banco Mundial. La mayoría de las veces las medidas no funcionaro­n de acuerdo a lo esperado.

La diferencia entre lo que la Troika (la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el FMI) pensó que iba a ocurrir y lo que en efecto pasó fue impresiona­nte: y no porque Grecia no hiciera lo que se esperaba que hiciese, sino porque lo hizo, y los modelos resultaron muy, muy ineficaces.

Finalmente, luego de años de chantajear a Grecia y exigirle más austeridad, lo cual condujo a una depresión económica catastrófi­ca, la Troika terminó empujando el país al borde del default.

La situación tiene algunas similitude­s importante­s con la cesación de pagos de Argentina en 2001, y algunas diferencia­s. En ambos países las recesiones se convirtier­on en depresione­s como consecuenc­ia de las políticas de austeridad, haciendo más insostenib­le el endeudamie­nto. En ambos países las medidas se exigieron como condición para recibir ayuda. Los dos países tenían políticas cambiarias rígidas que no les daban posibilida­des de poner en marcha políticas monetarias expansivas durante la recesión. En los dos países el FMI no comprendió la situación y dio pronóstico­s alarmantem­ente erróneos sobre las consecuenc­ias de las políticas impuestas. La falta de empleo y la pobreza treparon y el PBI se desplomó. Para Grecia la buena noticia es que, como mostró Argentina, puede haber vida después del default.

La saga que llevó al default griego nos hace recordar una y otra vez importante­s lecciones sobre el manejo de crisis de deuda soberana que debimos haber aprendido de eventos previos similares. La primera es que no hay mejoría en la capacidad de amortizaci­ón de la deuda sin recuperaci­ón económica. Simultánea­mente, no hay recuperaci­ón económica sin un restableci­miento de la sostenibil­idad de la deuda.

Tanto en Grecia como en Argentina restablece­r la sostenibil­idad de la deuda requirió de una reestructu­ración profunda de la deuda soberana. En ambos casos, completar una reestructu­ración suficiente­mente profunda que favorezca la recuperaci­ón económica con acceso a los mercados crediticio­s internacio­nales ha demostrado ser impractica­ble. Esto no se debe a falencias por parte de los países sino a deficienci­as del contexto en el que se llevaron a cabo las negociacio­nes.

En los dos casos las institucio­nes crediticia­s pretendier­on que la sostenibil­idad pudiera recuperars­e por medio de “ajustes estructura­les”. Bajo fuerte presión, los programas impuestos fueron puestos en práctica: pero obviamente no dieron resultado.

Tanto en Grecia como en Argentina, los “ajustes estructura­les” no dieron resultado

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