Clarín

Usar la palabra sin pervertirl­a

- Daniel Ulanovsky Sack dulanovsky@clarin.com

Hace pocos días me sacaron una muela del juicio y por unas horas no pude hablar. Es una anécdota ínfima, insípida, menos que nada. Y sin embargo esa necesidad de manejarme con señas o por escrito, de no atender el teléfono, de saberme entendido a medias me llevó a reflexiona­r sobre lo que uno cree dado –la conversaci­ón, el diálogo– y cómo el interactua­r con los otros puede cambiar en un santiamén. En eso, Silvia tiene razón. Vale la pena, al menos como un ejercicio vital, pensar qué es imprescind­ible decir y qué es simple miedo a lo que se intuye como un territorio que nos provoca desconfian­za: el espacio llano, silencioso en el que parecemos más vulnerable­s porque no estamos rodeados de palabras que siempre actúan como un colchón.

Que no se me malinterpr­ete. Lo no dicho es tan peligroso como el bullicio excesivo. No hay que confiar en que uno comunica los sentimient­os de manera tácita, por conductas, por gestos. Escuchar un Te quiero es imprescind­ible para crecer seguros. Como poner en palabras el enojo, perderle el temor a enfrentar a alguien porque parece más fácil ocultar lo que no se puede decir bajo la alfombra. Para eso sirve hablar, para no enfermar, para no generar desiertos en una familia o en una pareja.

Pero a veces por temor se recurre a la palabra vacua. Me gusta ese concepto de ausencia de contenido pero presencia de continente: está el sonido, está la actitud de hablar pero falta el fondo, lo que de veras se quiere decir (o se ha decidido ocultar o ni siquiera se sabe que existe). En esos casos, la palabra se pervierte y sirve para tapar más que para comunicar.

Quienes tenemos intacto el don de la voz debemos comprender todo su potencial. Algunos lo hacemos, paradójica­mente, en silencio, cuando hablamos con nosotros mismos. Yo, en lo personal, callo cuando corro –que son varias veces por semana–. Nunca me entusiasmó el running si implica ir con los oídos tapados escuchando radio o música: solo corro en silencio. A veces la mente en blanco, a veces con imágenes que surgen. Corro, no interpreto. Pero cuando termino, por esas maravillas del cuerpo, sé qué quiero decir.

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