Clarín

Grecia dijo no

El referéndum rechazó por 61% a 38% el plan de ajuste de los acreedores. Es un fuerte apoyo al gobierno.

- Idafe Martín elmundo@clarin.com

Grecia se amotinó ayer contra una política económica que desde hace un lustro puso al país de rodillas. Los griegos lanzaron en las urnas un contundent­e OXI (No) a la dirigencia europea y respaldaro­n el desafío casi temerario de su primer ministro Alexis Tsipras. El No sacaba, con el 99% escrutado, un 61,31% de los votos frente al 38,6% de la opción por el SI.

El resultado abre un escenario de pesadilla para Grecia pero también para las élites europeas y sobre todo para la alemana Angela Merkel. Tsipras sale reforzado del referéndum en el frente interno. Se apostó desde Europa a su caída, pero este triunfo le coloca con más fuerza dentro de su formación Syriza, en la que al menos un tercio de los diputados quería desde hace meses cortar las negociacio­nes, hacer default y salir del euro.

El premier heleno se dirigió anoche a los griegos: “Han hecho una elección valiente, entiendo el mandato de que Grecia siga en la Eurozona. No hay soluciones fáciles, pero sí justas, necesitamo­s un acuerdo con condicione­s de justicia social”.

“La prioridad es la reapertura de los bancos”, señaló Tsipras en un discurso televisado. La votación tuvo lugar después de una semana de cierre de los bancos y de medidas de control de capital, en la que Atenas no pudo hacer frente al pago de unos 1.600 millones de euros (1.800 millones de dólares) al Fondo Monetario Internacio­nal (FMI) y expiró su segundo programa de rescate europeo.

El jefe de gobierno dijo que no hay ganadores ni perdedores de la consulta y señaló que su país sigue dispuesto a emprender reformas, pero advirtió que se necesitan inversione­s y una reestructu­ración de la deuda.

El ministro griego de Finanzas, Yanis Varoufakis, también apuntó que Atenas debe volver a buscar un acuerdo con los acreedores internacio­nales. “Los llamaremos uno por uno para buscar puntos en común”, señaló en una declaració­n televisada

Tsipras exigió que desde hoy esté en la mesa de negociacio­nes el informe del FMI que pide la reestructu­ración de la deuda griega y que ve casi inevitable una quita de al menos el 30%. Un informe que los gobiernos europeos intentaron esconder.

Merkel está, por su parte, ante una decisión histórica y ante una crisis de confianza en el proyecto europeo que ella ha liderado en la última década. “El fracaso del euro significar­á el fracaso de Merkel”, titulaba este fin de semana el semanario alemán Der Spiegel.

Grecia está al borde de la asfixia financiera. Su futuro inmediato está en manos del Banco Central Europeo, que se reúne hoy para decidir si acepta la petición del Banco Central griego de aumentar los créditos de emergencia a la banca.

Su presidente, el italiano Mario Draghi, tiene tres opciones. Cerrar el grifo, algo muy improbable porque podría entenderse como un castigo político y conllevarí­a automática­mente al colapso de las entidades financiera­s.

La segunda opción, poco probable, sería aumentar la financiaci­ón para dar aire a la banca griega. La tercera y más probable sería sostener el montante actual de liquidez para evitar el colapso bancario pero que a la vez obligue a Atenas a continuar con el corralito y los controles de capitales. Los bancos griegos no tienen ni 1.000 millones de euros de efectivo, según reconoció el viernes la Unión de Bancos griegos. Sin ayuda del BCE, la única forma que tendría Atenas para evitar el colapso bancario sería una quita a los depósitos o, de nuevo, imprimir una moneda nacional.

La otra reunión clave del día será en París. François Hollande anunció que cenará hoy con Angela Merkel. Francia, y en parte Italia, llevan días intentando alejarse de la línea dura de Alemania y España. Anoche hablaron de “respetar la decisión democrátic­a del pueblo griego” y de buscar “una solución a largo plazo”, que podría entenderse por abrir la negociació­n sobre la deuda siempre que Grecia se comprometa a un doloroso plan de reformas. Un acuerdo franco-alemán ayudaría a encarrilar la aprobación de cualquier plan en el Eurogrupo, el foro que reúne a los ministros de Finanzas de la Eurozona.

Berlín y París mostraron ayer diferencia­s. Sigmar Gabriel, líder de los socialdemó­cratas –en coalición en el Gobierno con Merkel- dijo que los griegos habían “quemado el último puente”. Horas antes, Emmanuel Macron –ministro de Economía e Industria francés- había advertido a Alemania del riesgo de intentar implantar un Tratado de Versalles para la Eurozona. Fue el tratado que acabó con la Primera Guerra Mundial y que impuso tales condicione­s a Alemania que tras una devastador­a crisis económica ayudó al nacimiento del nazismo.

Europa había apostado a un escenario en el que una hipotética victoria del Sí, cortando la liquidez a los bancos para forzar el corralito y lanzando una campaña que dejara claro a los griegos que el No significab­a “un No a Europa”, haría caer a Tsipras, colocando a un gobierno técnico con el que negociar. La campaña del miedo no funcionó y, cuando se despierten hoy, Bruselas y Berlín seguirán teniendo que sentarse a hablar con Tsipras.

Europa podría elegir cortar con Grecia. Atenas se hundiría, pero el golpe al proceso de construcci­ón europeo dejaría una cicatriz difícil de borrar.

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