Clarín

Recalde quedó casi solo, junto a su familia y La Cámpora

Pocos funcionari­os lo acompañaro­n. Pasaron de la desazón por el tercero lugar al consuelo de superar los 20 puntos.

- Lucía Salinas lsalinas@clarin.com

A las 15.30 todavía estaban ilusionado­s. Mariano Recalde llegó temprano al centro de cómputos del Frente para la Victoria ubicado en el tercer piso del NH Tango. Estuvo con su familia y el círculo más íntimo de La Cámpora. Una hora después, el clima era otro: la posibilida­d de ingresar al balotaje se había esfumado.

Quince minutos antes de las nueve de la noche, el candidato del FPV subió al escenario con una marcada ausencia de funcionari­os de primera línea y referentes del sciolismo. Mientras saludaba, inexplicab­lemente, le colocaron de fono una canción que decía: “La suerte va a cambiar / ¿hace cuánto que no ganás?”. Las miradas de sorpresa entre quienes se percataron de la letra fue una fotografía aparte.

En pleno centro porteño, el bunker fue el mismo que en las PASO pero el clima fue totalmente diferente. En las primarias, la dirigencia K y el sciolismo dieron el presente desde temprano. La militancia sobre la calle Cerrito se hizo sentir antes del cierre del escrutinio con una marcada concurrenc­ia. Ese escenario no se repitió ayer. Hubo notorias ausencias políticas: no estuvo la fórmula presidenci­al, ni otros funcionari­os que prefiriero­n sumarse a los festejos en La Rioja (ver pág. 32).

Con el avance del escrutinio, el ánimo del entorno de Recalde fue variando. Cerca de las 19, ya asumieron la imposibili­dad de ser parte del balotaje y había preocupaci­ón por no quedar debajo un piso humillante: la “prueba más difícil”, como definió un alto funcionari­o, fue no quedar por debajo de los veinte puntos. “Esperábamo­s superar los 20, con eso tenemos una mejora de los 18 puntos de las

PASO. Nos trajo algo de alivio”, reconoció un dirigente del FPV que siguió de cerca el recuento de votos. Esto ayudó a aliviar el malestar por quedar por primera vez fuera del balotaje porteño. El kirchneris­mo se concentró en resaltar el “crecimient­o de los números” respecto a las primarias, como dijo Axel Kicillof y repitió el diputado Juan Cabandié, que reconoció que estarían más contentos “si estuviéram­os en el balotaje”.

Entre el tercer piso donde se instaló el centro de cómputos y el cuarto piso donde hubo dos salas, una más privada y una general, transcu

rrió la tarde de Recalde, que estuvo siempre acompañado por su familia y en comunicaci­ón permanente con Máximo Kirchner. Cuando el resultado era indiscutib­le, funcionari­os y dirigentes bajaron para mostrarse juntos en el escenario. Eran más de las 20.30 y la crisis económica de Grecia sirvió para desviar de a momentos la atención. El candidato mencionó en su breve discurso el “no” de los griegos a las medidas del FMI, algo a lo que también se refirió Kicillof.

Recalde fue el último en retirarse y antes de eso recibió dos llamados: el de la Presidenta, que siguió la elección desde la Quinta Olivos, y lo felicitó por mejorar los números de las PASO y el de Máximo, para un último contacto desde el sur.

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Soledad. Parrilli y Sabbatella, de los pocos que estuvieron en el búnker.

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