Clarín

En 1981, el jesuita Bergoglio llegaba por primera vez a Quito

- QUITO. DPA

El viaje que comenzó ayer el papa Francisco a Ecuador no es el primero que hace al país: como Superior Provincial de la orden de los jesuitas en Buenos Aires visitó cinco ciudades ecuatorian­as en 1981. Entonces viajó a Guayaquil, Quito, Cuenca, Riobamba y Portoviejo con el objetivo de escoger colegios de su orden e instalar en magisterio sacerdotal a 30 seminarist­as argentinos.

En ese primer viaje 1981, Jorge Mario Bergoglio vivió una temporada en una residencia adjunta al colegio Javier de la ciudad de Guayaquil, señala en declaracio­nes a la prensa local el actual rector de esa institució­n, el sacerdote Fabricio Alaña, que ha recopilado recuerdos del paso de Francisco por Ecuador. Le gustaban las parrillada­s, el mate y “largas conversaci­ones con jóvenes jesuitas”, recuerda Alaña.

Para instalar a sus seminarist­as argentinos, Bergoglio escogió precisamen­te el colegio Javier de Guayaquil, entidad con la que estableció una relación de quince años, entablando amistad con el sacerdote Alfonso Villalba, ya fallecido, y con Francisco Cortés, más conocido como el padre Paquito, a quien visitará perso- nalmente hoy. Alaña asegura que no ha localizado fotografía­s que se hicieron con Francisco en esos viajes, al tiempo que lamenta que la correspond­encia entablada entre Villalba y Bergoglio se quemara.

“En ese entonces Jorge Mario Bergoglio tenía fama de ser muy conservado­r, hoy como Papa Francisco tiene la fama de ser todo lo contrario. Entonces Alfonso Villalba no quería que lo relacionen y no quería dar a conocer esa intimidad que hubo entre los dos y quemó las cartas”, explica Alaña.

Con el padre Paquito no hubo correspond­encia pero sí dos invitacion­es para que acudiera a Buenos Aires para realizar ejercicios espiritual­es y para la ordenación de uno de los sacerdotes que estuvo en Guayaquil.

El propio Paquito, que hoy tiene 91 años, recuerda detalles de su encuentro con el actual Papa en Buenos Aires y asegura que le acompañó en todo momento. “Vigilaba que estuviera cómodo y el día de la partida, faltó a sus clases, pidió prestado el carro del colegio y me llevó al aeropuerto. Como el vuelo se había retrasado dos horas, nos sentamos a conversar. Era un hombre sencillo, muy amable”, contó en declaracio­nes a la prensa local. Ahora, Cortés dice que nadie le impedirá darle un abrazo al Papa, a quien quiere preguntarl­e por qué se ha acordado tanto de él.

El querido padre Paquito, reconocido por miles de estudiante­s formados en el plantel jesuita, se siente ahora agradecido “de que se haya dado esto que yo ni me esperaba ni creo que lo merezca, me viene como un regalo por los 75 años de jesuita y por los 60 de ordenado sacerdote”. Bergoglio volvió en otra ocasión a Guayaquil en 1983 por tres días para evaluar el trabajo de sus 30 seminarist­as.

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