Clarín

La periodista que quiso tapar una noticia, no pudo y se enojó

- Opinión Osvaldo Pepe opepe@clarin.com

La periodista oficialist­a Sandra Russo, panelista de 678 y biógrafa autorizada de la Presidenta, usó denuestos varios contra Clarín porque este diario publicó la noticia sobre el secuestro virtual que sufrió y que la llevó a pagar un rescate de US$ 50.000 en la creencia de que su hija estaba siendo víctima de un secuestro verdadero. En un programa que conduce por Radio del Plata, empresa cautiva del kirchneris­mo, calificó de “bosta” al periodismo que difunde esas noticias y habló también de “vómitos de odio”. Lo que Sandra Russo no pudo hacer es desmentir lo que publicó Clarín, a pesar del empeño que puso, según ella misma contó, para que el episodio no trascendie­ra pese a haberlo pedido “expresamen­te a la gente de la comisaría 23”.

Es curioso escuchar la apelación de una periodista a una forma subliminal de censura, sobre todo en un caso que preocupa a la población y que suele sorprender a familiares angustiado­s con un llamado falso en la madrugada, tal como le sucedió a ella, algo que amerita lamentar, a la vez que hacerle llegar solidarida­d como periodista y como ciudadana. Aun así, Russo se equivoca en el enfoque de la cuestión, y no sólo en el uso de un lenguaje descalific­ador y escatológi­co, que segurament­e le ha contagiado su participac­ión diaria en 678, donde desde hace años proceden al linchamien­to mediático de colegas, jueces, fiscales, empresario­s y dirigentes políticos opositores. Lo que le pasó a ella no fue sólo un caso personal, sino una práctica delictiva de fuerte interés social. Le molestó que saliera a la luz lo que ella no quería que se conociera. Ahora, incluso, contó que quiere saber si las fuentes de que se valió Clarín fueron policiales o judiciales. Un capricho más propio de una funcionari­a que de una periodista y que, además, atenta contra el resguardo de las fuentes, pilar de la profesión reconocido incluso por legislació­n internacio­nal.

Acaso le haya molestado que se supiera que tenía cash en su casa US$ 50.000, práctica de ahorro que desde las trincheras K le suelen adjudicar a la clase media desprovist­a de compromiso patriótico y conspirado­ra silenciosa de las presuntas virtudes “del modelo” kirchneris­ta. Por si acaso, Russo no dudó en señalar a su propia hija: “Ese dinero era de una sucesión del papá de ella. Era dinero de ella, que pagó así su propio rescate”, dijo. Debería hacer mejor los deberes como profesiona­l y como ciudadana.

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