Un escenario político más transparente
Lo sucedido el domingo en Grecia fue menos un referéndum que un plebiscito que fortaleció el poder del primer ministro Alexis Tsipras. El despido inmediato del principal campeón del No, el ministro de Finanzas Yans Varoufakis, es un dato de hacia dónde pretende ir el jefe de Gobierno y el sentido que le da a su victoria.
El rotundo resultado del No debería ser analizado de un modo no lineal. No sólo perdieron los duros europeos, sino también los halcones del muy dividido gobierno griego. Parte de los duros enarbolaban la necesidad de un default total y la salida del euro. Esa variante acaba de ser enterrada.
Junto al notable dato de la remoción del Varoufakis hay otro elemento central para comprender al menos parcialmente este escenario y es la posición del FMI. El organismo se despachó hace pocos días con una recomendación concluyente: la deuda griega debe ser recortada en un 30 por ciento, es decir casi cien mil millones de euros y abrir un período de gracia de 20 años.
Si esa opción es puesta en marcha, se reduciría notablemente el ratio de deuda contra PBI de Atenas, que hoy es de 177%. Pero se abriría un sendero de crecimiento que ya comenzó a vislumbrar- se a inicios de este año. Con el resultado de este plebiscito, esas alternativas se fortalecen. Y eso es lo que, aparentemente, buscaba Tsipras.
Será muy importante observar el lineamiento a partir de ahora de la cartera de Finanzas, central en el armado futuro para domesticar esta crisis. Ahí estarán muchas de las respuestas a la multitud de preguntas que abrió este proceso.
No es aventurado suponer que lo que dejó el referéndum es una estructura política más nítida. Alemania ha dicho que está dispuesta a escuchar una nueva propuesta por encima de las con- denas desaforadas del vicejefe de gobierno alemán, un social demócrata que ha venido haciendo juego con los duros más irreductibles de Atenas.
Angela Merkel está pidiendo ahora un gesto de parte del gobierno griego que, como lo hizo hasta ahora, seguirá ajustando las tuercas, posiblemente con una reducción adicional de las pensiones, pero más objetivamente con el control del gasto. Para Berlín este juego es ahora más digerible tras la votación. Los griegos quieren quedarse en el euro y Tsipras también. El domingo mucho de eso quedó constatado.
No sólo perdieron los duros europeos, sino también los halcones del gobierno griego