Clarín

La Ciudad ya no es una isla en la política nacional

Los resultados del domingo en la Capital muestran a una fuerza victoriosa -el PRO- en condicione­s de irradiar orientacio­nes y preferenci­as hacia el resto del país.

- Vicente Palermo Politólogo. Investigad­or del CONICET y presidente del Club Político

El PRO ganó bien esta primera vuelta en la ciudad de Buenos Aires. Se ha observado que Rodríguez Larreta no consiguió retener la totalidad de los “votantes del PRO” de las PASO, ya que la suma correspond­iente al propio y a Gabriela Michetti supera en unos puntos el voto conseguido ahora. Pero esa suma es ficticia: los votos fueron para Michetti, no necesariam­ente para el PRO, y el juego no es el de la ley de lemas. De modo que el triunfo de Larreta, por más de veinte puntos, fue categórico. Aunque no alcanzó.

Pero, ¿por qué tendría que haber alcanzado? No hay hasta ahora casos de más de un 50% del electorado, y era menos probable aún en la Capital

Federal, cuyo electorado es tradiciona­lmente volátil, de entusiasmo­s pasaje

ros, algo caprichoso y hasta vesánico, y no siente ningún apego por un partido. Ese resultado podría haberse alcanzado si la elección hubiera quedado fuertement­e atrapada por una polarizaci­ón extrema (no fue el caso porque Lousteau la quebró y el kirchneris­mo pesa poco en el distrito) o si un liderazgo carismátic­o le hubiera conferido su color (tampoco fue el caso; tal vez podría haberlo sido con Michetti).

Pero, aunque algo deslucido por no haber alcanzado este objetivo, el PRO, y el candidato presidenci­al Mauricio Macri, fueron claros vencedores; la campaña no puede entenderse como desconecta­da de la escena nacional, y ciertament­e las preferenci­as de los ciudadanos porteños en esa escena pesaron a la hora de decidir su voto.

El problema para el PRO comienza ahora, para estos quince días que prometen ser vertiginos­os. Ya en el debate televisivo fue posible ver cómo un candidato muy suelto de cuerpo y competente para el debate, Martín Lousteau, ponía en aprietos a Rodríguez Larreta, probableme­nte menos dotado para la polémica que para la gestión y que tenía a sus espaldas, como handicap, una obra de gobierno (no necesariam­ente porque esta fuera mala sino porque, a la hora del debate público, siempre es más fácil atacarla que defenderla si el atacante es habilidoso).

Conocidos los resultados, Rodríguez Larreta fue ambiguo en lo que se refiere a su voluntad de debatir pero, ¿podrá sustraerse a lo que en Capital es casi una obligación política? Quizás la oportunida­d sirva para que la agenda de la ciudad se instale de una vez en la confrontac­ión política, como, en verdad, no lo ha hecho hasta ahora. Porque la tendencia de Rodríguez Larreta será la de “fugar” hacia lo nacional (y batir la tecla de las “propuestas”) mientras que la de Lousteau será la de insistir en lo local (y articular sus “propuestas” con duras críticas a la gestión macrista). Pero, si hay algo que ya no puede repetirse, es el viejo lugar común de que la ciudad de Buenos Aires es una isla dentro de la Argentina, políticame­nte hablando.

La ciudad de Buenos Aires irradia orientacio­nes, valores y preferenci­as hacia el resto del país, y esto también importa en clave electoral. Mal que bien, la ciudad es la cuna del PRO y el despliegue de una gestión públicamen­te considerad­a exitosa y refrendada por la ciudadanía ha de ser una excelente carta de presentaci­ón en la campaña nacional. Para el PRO, tal vez, la carta más importante. Esa campaña nacional, por cierto, apenas si ha comenzado. Si bien se mira, todavía los temas de la agenda pública en la misma no están definidos. Los candidatos no han entrado en disputa entre sí, no han elegido aún sus temas-fuerza, y aunque el manojo de cuestiones posibles está a la vista, todavía no sabemos cuales han de ser las decisivas.

El PRO aspira a que los ciudadanos acepten que la política es algo bastante superpuest­o con la gestión, y no le ha ido tan mal hasta ahora en el intento. Pero más allá de la indiscutib­lemente importante cuestión de fe, el PRO puede extraer sus credencial­es de buen gestor de su única experienci­a de gobierno, la ciudad de Buenos Aires. De modo que en la elección casi inmediata en la ciudad, descansa parte de las posibilida­des del PRO de fortalecer la gestión como una idea-fuerza exitosa. Para ello, un flanco débil es el del carácter supuestame­nte neutral de la gestión. Cuando los líderes del PRO hablan de gestión, muchas veces lo hacen como si la misma fuera socialment­e neutra. Pero no lo es, y el rival de Larreta ha puesto el acento en este punto.

Las gestiones urbanas nunca son socialment­e neutras y la del PRO no lo ha sido. El sesgo social y geográfico en el empleo de los recursos es bastante claro. La política de vivienda es un ejemplo. No obstante, este sesgo no parece haber sido severament­e penalizado en la elección. Al PRO le fue muy bien en las comunas “populares”, como la cuatro (algo más del 44%), la ocho (43%) y la 9 (41%), lo que sugiere que algunas de sus políticas tuvieron impacto también en ellas. Pero, ¿qué va a pasar con los votos a Recalde, candidato cuya fuerza logró en esas comunas posicionar­se algo mejor que en las restantes? Una vez más, hay que recordar que esos no son votos “de” Recalde ni “del” Frente para la Victoria. Pero tampoco serán necesariam­ente para Lousteau.

Es probable que este encuentre un fuerte incentivo para profundiza­r en una cuestión – el sesgo social de las gestiones - que estuvo presente en su discurso, de cara, ahora, a un electorado cuya conquista no le resultará nada fácil. Ojalá. Bienvenido sea todo lo que pueda oxigenar el enrarecido ambiente político argentino.

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HORACIO CARDO

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