Cambiar el modo de votar, dejar atrás los aparatos y los negociados
En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires cambiamos el último domingo la forma de votar después de casi dos décadas. Reemplazamos el cuarto oscuro y la papeleta de lista sábana por la Boleta Única Electrónica (BUE), que garantiza a todos los partidos -grande y chicos, con y sin aparato-,
idéntica posibilidad de ofrecer su opción a los votantes y conserva el respaldo de papel para validar los resultados.
Cambiar no siempre es fácil. Muchas veces genera miedos, fundados y de los otros. Antes de los últimos comicios, distintas voces se alzaron en contra de este sistema, que probó ser efectivo y permitió a los argentinos saber quién era el candidato porteño más votado antes que en cualquier otro distrito.
Algunos escépticos y agoreros vaticinaban que la ciudadanía de la Capital no sería capaz de manejar con soltura el simplicísimo proceso de votación instaurado. Otros creían ver segundas in- tenciones en el hecho de que se lo pusiera en marcha ahora, aunque no sabían decir cuál era el propósito que sugerían. Sin embargo, los inconvenientes identificados fueron ínfimos y rápidamente solucionados por las autoridades en los lugares de votación. Quedó en evidencia que la conciencia cívica de los electores es ampliamente mayor a lo que muchos creen: fueron muchísimos los chicos que votaron por primera vez y se sintieron muy cómodos con el sistema y lo mismo ocurrió con la gente mayor, que hizo pública en los medios su sorpresa por lo sencillo que le resultó.
Con la Boleta Única Electrónica se diseñó un sistema para garantizar mayor equidad en la competencia electoral.
Con este sistema, se acaba la hegemonía (y los negociados) de los grandes aparatos políticos: ya no son vitales miles y miles de fiscales reponiendo millones de boletas de papel y se terminan de una vez, porque ya no resultan eficaces, el robo de boletas, el voto en cadena, la compra de fiscales y otras trampas y picardías a las cuales la política argentina nos tiene acostumbrados.
Esas prácticas, tristemente extendidas en el conurbano bonaerense, seguirán vigentes y beneficiando a los de siempre, mientras a nivel nacional y provincial se sostenga un sistema de votación anacrónico que ya es hora de cambiar. Como hizo la Ciudad. Como debiera hacer el país.
Con la Boleta Única Electrónica se diseñó un sistema para garantizar mayor equidad electoral