Clarín

¿Cómo no compararlo con el otro 10 cuando deambula?

Q

- Sergio Danishewsk­y sdanishews­ky@clarin.com

ue nadie espere un cuestionam­iento al Messi futbolista y crack. Millones de pibes -y no sólo argentinos- lo tomarían con razón como una burla. Ya se sabe que Leo es incluso mejor que su émulo de la play. El asunto es que al Messi mundialmen­te indiscutib­le le viene faltando una materia: romperla en una final vestido de celeste y blanco.

Que se entienda: ya nos deslumbró de todas las maneras en domingos de paseo por Albacete o La Coruña y en miércoles de tensión en Londres o Munich. Ya nos convenció también -a casi todos- jugando para la Selección en giras y hasta en tramos iniciales de Mundiales. Imposible olvidar su golazo a Brasil en Nueva Jersey o sus apiladas modelos 2010 y 2014. El asunto es que las finales con la Selección terminan siendo cuestas escarpadas. Sí, es cierto: ponemos en Messi un nivel de exigencia que no aplicamos a sus compañeros. Pero es el propio Leo el que instala la vara tan alta. Jamás le dedicaríam­os este espacio a un buen lateral izquierdo, por aplicado a la marca y apto para la proyección que sea.

Se nos hace cada vez más difícil explicar las ausencias de Messi en los partidos decisivos de Argentina. Con una nueva frustració­n que procesar -y que no vengan con el valor de haber llegado a la final-, comparamos a sus compañeros del Barça con los de la Selección. Evaluamos el trajín de una temporada extenuante. Discutimos si es wing derecho o enganche. Maldecimos a sus entrenador­es, como si no quisieran disfrutar de su mejor versión. Y no le encontramo­s la vuelta. Debe ser tarea de psicólogos, concluimos, sospechand­o que tampoco ellos entenderán por qué un tiro libre en Getafe termina en un ángulo y en el Maracaná, contra Alemania, termina en las nubes.

El fanático sentirá alivio. Se va el texto y el sacrilegio no se produjo. Malas noticias: es imposible ver deambular a Messi en las finales con la Selección, como esperando que terminen, y no pensar en el otro 10. El del tobillo hinchado, el contagio, la presencia, el liderazgo. Será oportunism­o. O algo parecido a la resignació­n.

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