El Puma no se va
El Puma Rodríguez
El venezolano es jurado en TV y canta el sábado en el Gran Rex. “Me siento un argentino más”, le dijo a Clarín.
Antes de cantar en el Gran Rex, el ahora también jurado del certamen de TV “Elegidos”, opina sobre la situación política, el éxito, y habla de su enfermedad.
Si la estética del artista pop coincide con la descripción que unos días atrás daba Leo García a propósito de Carlos Gardel, no hay duda de que el Puma José Luis Rodríguez habita esa dimensión. Nada en la estampa del cantante, actor y ahora también jurado del certamen Elegidos, que el sábado recorrerá una vez más la parte más exitosa de su repertorio en el Gran Rex, parece librado al azar.
Nada está fuera de lugar; ni en el vestuario, ni en la textura del rostro o el tono del cabello de Rodríguez, que sugiere opciones de la carta del bar palermitano en el que propone la cita, con amplio conocimiento del área. Fruto de su residencia porteña que comenzó en abril, y se extenderá, con una breve interrupción, hasta noviembre, cuando termine la segunda temporada del ciclo que va por Telefe.
“Afortunadamente, no me hacen sentir como un extranjero, sino como un argentino más; lo cual es un halago para cualquier persona”, dice el artista venezolano, que se estrenó por estas tierras unos 35 años atrás. “Conozco tanto la realidad argentina que no voy a hablar de ella”, se ataja. Pero la vena política que impregna su biografía, El Puma y yo, recientemente publicada, puede más. Y advierte que aquí “los ánimos están caldeados”.
“Me sorprende que se estén rompiendo un par de sentimientos que vi desde la primera vez que pisé este suelo: el culto a la familia y el culto a la amistad. Los amigos discuten mucho, las familias también”, señala el Puma, y enseguida establece un paralelismo: “Yo eso lo viví con mucha pena en Venezuela. En mi
país me dio mucha tristeza ver esa separación y el surgimiento de ese odio de clases que antes no existía.”
En el libro, además de mostrarte como un hombre político, te revelás como un tipo familiero, bastante alejado de cualquier idea de “livin’ la vida loca”.
Es que de eso la gente tiene un concepto errado. Yo produzco y genero alegría. En las fiestas se ponen mis canciones porque son bailables. Pero de ahí a que uno sea eso, hay una distancia. Hay otros compañeros que la viven como la cantan, y el final no es bueno. El cuerpo siempre te va a pasar factura, y los excesos te los va a cobrar.
¿Siempre pensaste así?
Probé algunos excesos, y dije no. Probé fumar, me emborraché dos veces, para ver qué era, y entendí que para el que se va por ese camino, el resultado no es bueno. El final es triste. Y decidí optar por el camino de la disciplina. Si la gente quiere ver un espectáculo y estás con tus excesos y salís como una piltrafa, no estás respetando a la gente.
Así y todo, en el ‘97 te diagnosticaron una fibromatosis pulmonar, que no tiene cura. Al final, la vida sana no fue tan buena...
¡Jaja! Es verdad: no fumo, no tomo, y me viene esta vaina. Y esos que se meten de todo, siguen cantando. Pero mira a Paul (McCartney), es un tío de 73, vegetariano, que no toma alcohol. Lo suyo es un ejemplo para muchos de nosotros.
¿Qué te pasó cuando te dijeron que la enfermedad no tenía remedio?
Me dije que esto no iba a acabar conmigo. Empecé un tratamiento con células madre -un proceso de 60 semanas- y fui a la medicina alternativa. Y siento que estoy un 90 por ciento curado. Pero tengo que volver a los Estados Unidos para un examen, porque es un experimento sobre seis personas, que está fiscalizado por el gobierno. Es como una ruleta rusa. Hay que ver el resultado. Pero siento que estoy mejor. Lo único que me daña es la kriptonita.
Por lo que contás en el libro, tu infancia fue muy humilde. ¿Cuándo sentiste que cantar podía ser tu manera de superar esa realidad?
Lo vi de niño, en mis sueños. Me veía frente a una multitud. Era muy tímido, y me preguntaba cómo iba a hacer. Y entendí que era cantando cuando veía las películas de Hugo del Carril, Jorge Negrete, Pedro Infante o Elvis. Todos ellos fueron mis referentes. Nunca intenté hacer otra cosa. “Elegidos hace hoy lo que antes hacían las compañías, cuando descubrían a un artista, le hacían un contrato y lo promocionaban internacionalmente. Entonces, esta vidriera, que cuesta mucho dinero, es muy importante para un muchacho de un pueblito del que nunca pensó en salir, seleccionado a través de un video. Y es tan rápido y efectivo, que la gente se encariña enseguida con los participantes”, explica el Puma.
¿Y vos, qué es lo que valorás a la hora de aprobar o desaprobar?
A ver; ¿qué es un artista? ¿Es una voz? No ¿Es sólo carisma?
¿Ningún traspié te hizo dudar?
La vida está hecha de fracasos y aciertos. Es como el péndulo. Críticas y halagos, placer y dolor, tristezas y alegría. Te suben y te bajan. Se aprende del fracaso; no del éxito. Pero si es tu vocación, no hay sacrificio.
¿Pero qué sucede cuando venís de meter varios hits, y de pronto dejás de tener esa respuesta?
Nada. No tengo la necesidad de triunfar, sino de ser como soy. El éxito viene y se va. Me he equivocado, pero entendí que el ‘no’ es positivo. Cuando aprendí a decir ‘no’, y a confiar en mi intuición, empecé a funcionar con mi pro- Tampoco. Es un conjunto. Es voz, cuadratura, tonalidad, carisma; es el ángel. Ahí están Matías, el cartonero, que vino de abajo, y la gente lo puso en la cúspide, Vicky ‘Victoria’, a la que puedes soltar en cualquier parte del mundo. Desde que comienza cada grupo, ya visualizo quién irá a la final, y casi nunca me equivoco. Desde el comienzo ves algo que la gente no ve. Cuando se inauguró Disneyworld, en Orlando, el gobernador lamentó que Walt no estuviera, para ver todo eso. Y la esposa lo corrigió: ‘No es así. El siempre lo vio.’ Y esto es igual.”
pia energía.
¿Cuánto pesa esa intuición al elegirgi y ensayar un repertorio?
Yo ensayé hace 30 años, compadre. Ahora ensaya la banda; yo ni pruebo sonido.
Para que eso pase el repertorio tienetie que ser...
Siempre el mismo. Si los ves a Julio Iglesias, Roberto Carlos, o Raphael, verás que siempre es el mismo. Si lo cambias, la gente no te quiere ver. Y tiene razón. Costó demasiados años hacer esos hits que están en el inconsciente colectivo, para llegar a un show y quequ el ego tuyo quiera mostrar cosas nuevas. Eso es incorrecto. El público paga para que hagas las canciones que quiere escuchar. Si no, sale defraudado. Y uno debe saber ir ubicándose en su tiempo: empiezas pequeño, te haces mediano, llegas a grande, y te vas reduciendo; viviendo tu tiempo con sencillez y humildad.
El último tramo no debe ser fácil.