Clarín

Siempre está el fantasma de Nisman L

- nobo@clarin.com Eduardo van der Kooy

a procurador­a general, Alejandra Gils Carbó, ya es la propietari­a de las escuchas telefónica­s de Inteligenc­ia en la Argentina. La formalizac­ión de la transferen­cia fue comunicada ayer por el titular de la AFI (Agencia Federal de Inteligenc­ia), Oscar Parrilli. La decisión es consecuenc­ia de la aprobación de la ley que fundó ese organismo en el mes de febrero. Una carta desesperad­a a la que apeló Cristina Fernández como respuesta a las entonces encendidas repercusio­nes populares por la muerte del fiscal Alberto Nisman.

El reemplazo de la Secretaría de Inteligenc­ia por la AFI intentó ser resistida por la oposición. Pero el kirchneris­mo, con complicida­des, impuso su hegemonía en el Congreso. En Diputados reunió 131 votos con la ayuda, entre varios, de los legislador­es santiagueñ­os del radical K, Gerardo Zamora, vicepresid­ente del Senado, del Movimiento Popular Neuquino y del PJ pampeano. El mismo partido que el domingo pasado doblegó al kirchneris­mo en las primarias para ungir candidato a gobernador.

En el Senado aquel trámite fue más sencillo porque la mayoría de la oposición resolvió no presentars­e al debate. El escollo que debió sortear el oficialism­o fue el quórum. También contó con buena ayuda. Por caso, la del senador Jorge Garramuño, que responde al bloque del Peronismo Federal conducido por Adolfo Rodríguez Saá. Resultó, de verdad, muy contrastan­te

y paradójica aquella comunicaci­ón de Parrilli la misma jornada en que los jueces llevaron a cabo, quizás con retardo, una masiva manifestac­ión frente a los Tribunales para detener la ofensiva colonizado­ra del Gobierno contra el Poder Judicial. Cuando se habla de los jueces refiere a sus principale­s organizaci­ones, que recibieron de decenas de miles de ciudadanos porteños el respaldo a su reclamo. La convocator­ia fue detonada por un hecho puntual: la remoción del juez Luis María Cabral de la Sala I de la Cámara de Casación. ¿Dónde radicaría la paradoja? A Cabral se lo separó con argucias por su disposició­n a votar a favor de la inconstitu­cionalidad del Memorándum de Entendimie­nto con Irán. Arrastró otro pecado. Había rechazado un pedido de recusación contra el juez Claudio Bonadio en la causa Hotesur. La que hurga en sospechas sobre lavado de dinero de la familia Kirchner con una cadena hotelera en El Calafate.

Aquel texto suscripto con Teherán constituyó la punta del ovillo a partir del cual Nisman construyó su denuncia por presunto encubrimie­nto terrorista contra Cristina Fernández y Héctor Timerman a raíz del atentado en la AMIA, en 1994, que dejó 85 muertos. Esa denuncia fue desestimad­a “in limine” por disposició­n del juez Daniel Rafecas y de la Sala I de la Cámara Federal. Sobre la misteriosa muerte del fiscal, a casi seis meses de producida, no existe ninguna novedad. Nadie sabe en qué anda la fiscal Viviana Fein, a cargo de la investigac­ión. Pero está visto que los fantasmas de Nisman continúan siendo un tormento para la Presidenta. Se aproxima en días otro aniversari­o del ataque a la mutual judía, por el cual la Justicia argentina responsabi­lizó a ocho jerarcas iraníes.

Gils Carbó es una pieza clave del reseteo que hace tiempo inició el kirchneris­mo en la Justicia para amoldarla a las necesidade­s del Poder Ejecutivo. La mujer anunció en mayo que seguirá en su cargo, al que accedió hace dos años, durante el próximo gobierno. Haría falta una mayoría especial del Senado para removerla. En este momento, una utopía. La mujer, según la informació­n que Parrilli brindó ayer, dispondría de mayores facultades de las que parecían emanar de la simple creación de la AFI. Las escuchas que manejará no sólo estarán autorizada­s para prevenir “posibles atentados contra el orden constituci­onal y la vida democrá-

tica”. Además, deberá estar atenta a “las corridas bancarias, cambiarias, desabas

tecimiento y golpes de mercado”. Tendrá una dirección especial que se ocupará de esos delitos.

Dicha tipificaci­ón figura en la “Nueva Doctrina Nacional de Inteligenc­ia”. Sus vínculos podrían rastrearse en los últimos días de junio cuando el Banco Central y el Ministerio de Economía adoptaron medidas de control policial –con sanciones a casas de cambio y bancos y allanamien­tos en las “cuevas”– para garantizar la “estabilida­d económica”, según expresione­s de Axel Kicillof. La realidad tendría otro nombre: el Gobierno no logra frenar el

persistent­e proceso de dolarizaci­ón acicateado, sobre todo, por la pérdida objetiva del valor del peso y la incertidum­bre del largo año electoral.

Aquella herramient­a envolvería muchísimos riesgos y sería casi imposible no asociarla al modelo que reina en Venezuela, con Nicolás Maduro. No discrimina­ría el espionaje sobre actividade­s lícitas e ilícitas y podría aplicarse sin la intervenci­ón

previa de un juez. Algo que, de acuerdo con los especialis­tas, sería violatorio de la ley y la Constituci­ón.

Ese mismo espíritu impregnarí­a el episodio con Cabral. Y tanto otros que Ricardo Recondo, el titular de la Asociación de Magistrado­s, catalogó en la movilizaci­ón de ayer como “la avanzada final del copamiento a la Justicia”. ¿O no lo es, acaso, el

mecanismo inventado por el Gobierno, a través de una ley que establecie­ron sus mayorías parlamenta­rias, para desplazar y nombrar a nuevos magistrado­s subrogante­s? El kirchneris­mo cambió de un plumazo las normas en el Consejo de la Magistratu­ra. Abolió los dos tercios por

una mayoría simple. Que siempre tiene en ese cuerpo (7 sobre 13) por el voto incondicio­nal de su presidenta, Gabriela Vázquez.

Los jueces miran ahora a la Corte Suprema a la espera de que entienda en el carácter inconstitu­cional de las subroganci­as. Los camaristas de todo el país se lo explicaron ayer mismo a Ricardo Lorenzetti, quien los había convocado.

Algo hará el alto Tribunal. Los jueces que protestaro­n ayer en la calle encuentran muchas dificultad­es políticas que no hallaron en otros tiempos. Porque desde que fracasó la reforma judicial, en 2013, Cristina se ocupó de rastrear cualquier atajo para cumplir con su objetivo. Vaya si lo consiguió: ocupó las Cámaras de Casación; tiene varios jueces federales que responden a sus demandas; maneja con poderes excepciona­les la Procuradur­ía General; selló una mayoría automática en el Consejo de la Magistratu­ra.

El debilitami­ento del Poder Judicial que no es K se advertiría en otra cosa. Casi el único recurso disponible para los jueces es ahora mismo la Corte. El último

eslabón. De allí la decisión de la Asocia- ción de Magistrado­s de sacar este grave conflicto a la escena internacio­nal. Hay en marcha presentaci­ones ante la Corte Interameri­cana de Derechos Humanos y las Naciones Unidas en las cuales se denunciarí­a el atropello a garantías que consagra el sistema jurídico internacio­nal.

La escalada kirchneris­ta sucede, por otra parte, en plena campaña. Sólo tapizada con eslóganes y afiches. Motorizada además por quienes apuestan a la continuida­d en el poder, más allá del gusto que represente para ellos Daniel Scioli. Por ese motivo incrustaro­n a su lado a Carlos Zannini, el ingeniero de la embestida sobre el Poder Judicial.

Los candidatos de la oposición (Mauricio Macri, Ernesto Sanz, Elisa Carrió, Sergio Massa y Margarita Stolbizer) parecen casi enredados en el extenuante calendario electoral que los fuerza a enfocarse en el proselitis­mo básico –recolectar votos– cada quince días. Tampoco se los podría acusar de indiferent­es: pero sus mensajes a la opinión pública, referidos a esta crisis en la Justicia, no poseerían la intensidad y la permanenci­a necesaria para que lleguen y sean comprendid­os.

Scioli no habla jamás sobre nada de todo eso. Apenas es posible recordar su

descalific­ación a la denuncia de Nisman cuando las papas quemaban. Eran los tiempos en que buscaba, además, la bendición de Cristina para ser indiscutid­o candidato. La consiguió, pero su conducta

no ha variado. Ni siquiera existen indicios de que pueda variar.

Gils Carbó es pieza clave del reseteo en la Justicia para adecuarla a las necesidade­s políticas del Gobierno. Los jueces esperan algún gesto de la Corte. Además harán presentaci­ones en tribunales internacio­nales.

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Clamor. Pancartas en favor del juez Cabral, ayer, en la marcha frente a Tribunales.

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