Clarín

La huelga y los derechos del trabajador

- Juan Carlos Schmid Secretario General de la Confederac­ión Argentina de Trabajador­es del Transporte (CATT)

De tanto en tanto, en la Argentina aparecen voces que eligen atacar el rol del sindicalis­mo. Resulta llamativo porque a lo largo de la historia el movimiento obrero ha dado acabadas pruebas de su importanci­a en la formación de una conciencia colectiva para forjar la solidarida­d y la justicia social, valores claves para la convivenci­a en democracia. Los comentario­s en contra de la actividad gremial suelen estar detrás de los ya conocidos argumentos neoliberal­es. Justo en un país donde la aplicación de esas recetas casi destruye por completo la sociedad.

Efectivame­nte, esas voces se vuelven a oír cada vez que se ponen en juego las negociacio­nes paritarias o que las organizaci­ones gremiales se ven obligadas a recurrir al Derecho de Huelga ante la intransige­ncia o falta de diálogo de sectores empresario­s o del gobierno. Voces que no dudan en atribuir a las cláusulas de las Convencion­es Colectivas la existencia del trabajo en “negro”. Según esa interpreta­ción, el hecho de que los Convenios incluyan cláusulas a favor de los trabajador­es, es la causa de que los empresario­s busquen evadirlas, contratand­o en negro, o que directamen­te no tomen más personal. En realidad, quienes piensan así están favorecien­do una vuelta a los tiempos en que las patronales establecía­n unilateral y arbitraria­mente todo lo referido a las condicione­s

de trabajo. Esos mismos se olvidan que las Convencion­es Colectivas son tales porque se negocian y pactan de común acuerdo, en comisiones paritarias, las mismas que luego son homologada­s por el Ministerio de Trabajo.

La “dictadura gremial” es un mito. La realidad indica otra cosa: el desempleo y el trabajo en negro tienen que ver con las políticas –tanto públicas como privadas- que hacen a la inversión productiva y al cumplimien­to de las normas vigentes. Una economía que termina privilegia­ndo la especulaci­ón, en lugar de la producción y del empleo genuino, es la que genera permanente­mente el círculo vicioso del trabajo informal y la desocupaci­ón. El argumento de que las cláusulas de convenio generan la mala calidad (o incluso la destrucció­n, como se oye a veces) del empleo, equivale a decir que los robos se producen porque las víctimas tienen algo que se les puede robar y no porque haya delincuent­es sueltos.

Sucede lo mismo con el cuestionam­iento al Derecho de Huelga. Un fundamento que se suele emplear en contra de las medidas de fuerza, es la remanida frase: “los paros no resuelven nada y perjudican a los propios trabajador­es”. Desde ya, como sabe todo dirigente y militante sindical, a ningún trabajador le gusta tener que recurrir a medidas de fuerza. Los asalariado­s saben mejor que nadie que se trata de una acción de lucha, que afecta su propia tranquilid­ad, su seguridad y la de sus familias, que conlleva un sacrificio y un riesgo. Por eso solamente se realizan cuando no queda más remedio, cuando se han cerrado las puertas del diálogo y la negociació­n. Por ello, decir que “no sirven para nada” desconoce toda la historia del Movimiento Obrero en la Argentina y en el

mundo. No hace falta remontarse 200 años de historia para darse cuenta que si los trabajador­es no hubiesen luchado, hoy seguirían siendo “legales” las peores situacione­s laborales.

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