Clarín

“La patota” y un debate sobre una Justicia que olvida a los otros

- Sergio Zabalza Psicoanali­sta (Hospital Alvarez)

La patota”, de Santiago Mitre, es una versión del film homónimo estrenado hace décadas. Paulina es una joven abogada de clase media acomodada que decide enseñar en una humilde escuela rural de Misiones.

“Quiero poner el cuerpo”- dice a su padre, un importante juez. Comienza a dictar sus clases, pero una noche es violada por cinco hombres oriundos del

lugar. Para sorpresa de varios, Paulina decide no denunciar a sus victimario­s e incluso acepta continuar con el embara

zo resultante del abuso. A punto tal que cuando su padre le pregunta “¿y si te hubiera violado tu novio, te harías un aborto?”, la muchacha responde que sí, pero que esto es diferente en virtud de que su embarazo es el resultado de la injusticia que impera en el mundo: “Cuando hay pobres metidos en el medio, la justicia no busca la verdad: busca culpables”

Sin embargo, un punto crucial cuestiona el accionar de Paulina: las mujeres del lugar –tan humildes como los violadores- no aprueban su decisión: es que a pesar de los ideales de igualdad, Paulina no hace serie con sus semejantes, ella olvida que el cuerpo – ése que ella quiere poner- se conforma a partir del otro.

Así, la joven abogada se encarna en el Ideal que el juez padre falla en llevar adelante, cuestión por demás relevante a la hora de conjeturar el móvil que empuja las decisiones de la muchacha. Paulina olvida un compromiso ético más fundante que el mandato moral del altruismo: la deuda con el Otro de la palabra; la sumisión al pacto de ley que, en tanto referencia, hace posible la convivenci­a cualquiera sea el régimen social imperante. Al dejar libre a un violador, ella se ubica como juez y amo absoluto de las consecuenc­ias. Hay una deuda con sus semejantes que Paulina no respeta.

Hasta hace pocos años, el Código Penal argentino también transgredí­a la deuda con la referencia que funda la vida en común: regía el recurso del avenimient­o por el cual un violador podía quedar libre si la víctima lo perdonaba. Tal nefasta cláusula que delegaba en la víctima una responsabi­lidad que le correspond­e a la justicia fue derogada por el Congreso Nacional luego de que Carla Figueroa, una mujer oriunda de General Pico, fuera asesinada por el hombre que ella misma, en virtud de un avenimient­o avalado por un tribunal, había perdonado antes del fatal desenlace

Al dejar libre a un violador, Paulina se ubica como juez y amo absoluto de las consecuenc­ias

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