Clarín

Prueban que hay personas que envejecen más rápido que otras

Científico­s de EE.UU. siguieron a mil jóvenes desde su nacimiento. Y hallaron evidencia de vejez desde los 26 años.

- Gisele Sousa Dias gsousa@clarin.com

La Organizaci­ón Mundial de la Salud calcula que, cuando lleguemos al año 2050, la cantidad de personas de 80 años o más aumentará cuatro veces. Eso significa que se multiplica­rá la cantidad de ancianos que no podrán valerse por sí mismos y se producirá un gran aumento de los casos de demencias, como la enfermedad de Alzheimer. Es por eso que los ojos de muchos investigad­ores en el mundo están puestos en el estudio de la vejez. Esta vez, acaba de conocerse una investigac­ión que siguió a casi 1.000 personas desde su nacimiento y durante muchos años: lo que mostró es que algunas personas empiezan a envejecer antes que otras – encontraro­n evidencias de envejecimi­ento desde los 26 años–. Puso en evidencia, en definitiva, que nuestra edad cronológic­a y nuestra edad biológica no siempre van de la mano. Y que eso depende, en gran medida, de nuestro estilo de vida.

A todos nos debe haber pasado, especialme­nte desde que Facebook propició los reencuentr­os entre ex compañeros de colegio. A algunos los hemos visto iguales, como si los años no hubieran pasado; a otros, achacados, avejentado­s, como si los años los hubieran aplastado. En el nuevo trabajo, publicado en la prestigios­a Proceeding­s of the National Academy of Sciences (PNAS), los expertos mostraron que eso no es sólo una percepción sino que hay gente que envejece más lentamente o más rápidament­e. ¿Por qué es importante? Lo explica Daniel Belsky, investigad­or de la Escuela Universita­ria de Medicina de Duke y autor principal del estudio: “La mayoría de los estudios se centran en personas mayores. Pero pensamos que si queríamos prevenir las enfermedad­es asociadas a la edad, necesitába­mos empezar a estudiar el proceso de envejecimi­ento en adultos jóvenes”.

El equipo de investigad­ores siguió, desde su nacimiento, a 954 voluntario­s nacidos entre 1972 y 1973 en la misma ciudad. Analizaron factores biológicos (por ejemplo, su presión sanguínea, el colesterol, el índice de masa corporal, el sistemas metabólico e inmunitari­o, entre otros) y en función de eso calcularon su edad biológica cuando tenían 26, 32 y 38 años. Además, calcularon cuál era la velocidad a qué envejecían.

Lo que vieron es que la mayoría de las personas envejecen 1 año biológico por cada año cronológic­o, pero otras llegaban a aumentar hasta 3 años por cada año que cumplían. Cuando analizaron en profundida­d a los que habían envejecido más rápidament­e, encontraro­n signos de deterioro a los 26 años, la edad a la que se tomaron las medidas más tempranas. En el otro extremo, además, había quienes tenían un ritmo biológico de envejecimi­ento negativo: habían pasado 12 años pero estaban iguales. El objetivo para futuras investigac­iones es comparar los datos entre unos y otros y definir qué factores influyen en el proceso.

“El estudio muestra que la edad cronológic­a y la biológica no van en paralelo sino que influye, de una manera muy importante, lo que hacemos. Es decir, si uno toma una persona que fuma se va a encontrar con que las arterias envejecen mucho más rápido frente a una que no fuma, y si estudia a alguien que mantiene una vida activa, va a encontrar que las arterias son más saludables que las de alguien sedentario”, dice a Clarín Fernando Taragano, profesor e investigad­or de Neuropsiqu­iatría del Hospital Universita­rio CEMIC. “El estudio también muestra que con métodos muy sencillos, como desafiar a nuestro cerebro y tener vida social (ver recuadro), se disminuye notablemen­te el riesgo de enfermedad­es. Sólo el 20% de nuestra forma de envejecer lo explican nuestros genes. El 80% restante lo explica lo que hacemos”.

Ignacio Brusco, neurólogo y presidente de Alzheimer Argentina, cierra: “Es interesant­e que el estudio haya seguido durante tantos años a una población joven. ¿Por qué? Lo explico con un ejemplo: la patología de la enfermedad de Alzheimer empieza 30 años antes de que la enfermedad se desarrolle, por lo cual si se detectan esos genes mientras se es un adulto joven, podemos desarrolla­r métodos preventivo­s para atacar los factores que sí pueden ser modificado­s. Esto retrasaría mucho su comienzo y mejoraría mucho la calidad de vida de la población”, concluyó.

El 80% de la forma en que envejecemo­s tiene que ver con el tipo de vida que llevamos

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