El desafío es trabajar en la mejora, con la familia
Alos chicos que repiten les va peor que a los que aprueban el año, hacia adelante. Eso dice el informe del Operativo Nacional de Evaluación (ONE) 2013 –referido al último año de la escuela secundaria– con respecto al impacto de la repitencia sobre el aprendizaje.
¿Es una novedad? ¿No es obvia la conclusión?
Uno podría afirmar que los chicos que tienen dificultades, que no aprueban los estándares definidos, siguen llevando esas dificultades.
Pero la pregunta que está faltando es: ¿Qué hiciste con ellos además de hacerlos repetir? ¿Cuál fue el trabajo de repercusión? ¿Cómo comprometiste a los chicos, a los padres, a la escuela, con la mejora?
Es evidente que si el proceso empieza y termina con la repetición, los chicos no mejorarán.
Nuevamente, la pregunta es: ¿Qué tenemos previsto hacer para ayudarlos, en particular a los estudiantes que tienen más dificultades?
¿O acaso esperamos que mejoren solos?
Más que sobre la repetición, el desafío es trabajar sobre la mejora, definir un protocolo de inter- vención, sentarnos con el chico, con los padres, proponerles un camino, comprometerlos.
La repitencia suele estar acompañada de desorden, confusión, falta de rituales, sensaciones de no poder.
Es precisamente eso lo que tenemos que revertir, comprometiendo a los chicos y sus familias en un programa que tengamos pensado, construido, definido para implementarlo y trabajar sobre su autoestima.
La repitencia no soluciona el problema, prohibirla tampoco.
La salida es intervenir instalando un camino de mejora, contención, intervención y trabajo con el problema.
Y eso debe se definir en la escuela, a partir de un trabajo en equipo que involucre al maestro, el director y la familia, juntos, buscando el mejor camino para el chico.