Clarín

Montaña de plazos fijos frente a las urnas

- dfcanedo@clarin.com Daniel Fernández Canedo

Los depósitos a plazo fijo en pesos se ubican en el centro de la escena financiera en estas semanas, tanto por su volumen como por su futuro. Esas colocacion­es en los bancos aumentaron 28% en los primeros seis meses del año respecto del mismo período del año anterior, y un 40% si se mide junio 2015 contra junio 2014.

Los plazo fijos del sector privado viven un “boom” en los que va del año al calor de una creencia generaliza­da entre ahorristas grandes y pequeños: la tasa de las colocacion­es en pesos le ganaría a la suba del dólar en la primera parte del año y, después, se verá.

La historia les dio la razón a fuerza de que el Gobierno hizo subir el dólar oficial sólo 1% por mes frente a un ritmo inflaciona­rio que lo duplicó y con un paralelo achatado por las ventas del dólar ahorro y los crecientes operativos de control en la city porteña para disuadir a compradore­s y vendedores.

Con la nueva “bicicleta” armada por el Gobierno (la tasa mata a dólar y permite ganancias en pesos), una montaña de pesos se fue acumulando en los bancos y los depósitos de los privados ya superan los $ 360.000 millones.

Para dar una idea del crecimient­o de esos depósitos basta mencionar que crecieron $ 85.000 millones desde fines del año pasado, o sea el total del crecimient­o de 2014.

Además, si esos $ 85.000 millones fueran divididos por los $ 13,60 del dólar paralelo de ayer, se concluiría que son equivalent­es a los US$ 6.000 millones que el Banco Central viene destinando para abastecer el “dólar ahorro”.

Se trata de una cifra realmente significat­iva y que pone en blanco sobre negro la importanci­a relativa del destino de la masa de depósitos en pesos que vienen acumulando los bancos.

Un punto adicional a tener en cuenta es que, como se trata de colocacion­es a corto plazo –la mayoría a 30 y 60 días– hay una cantidad de vencimient­os acumulados en el próximo mes y medio.

Desde ya que el ministro Axel Kicillof y el presidente del Central, Alejandro Vanoli, están al tanto de esa realidad y dispuestos a actuar en función de lo que vaya pasando.

Por lo que se vio hasta ahora, la política oficial para contener los posibles movimiento­s en el mercado cambiario son de “tasa y garrote” y, en los últimos días, más garrote que tasa.

Mandar gendarmes y policías a la calle Florida para perturbar a los “arbolitos” o entrar en algunas “cuevas” donde venden dólares “blue” fue rindiendo frutos para generar temor entre los operadores, que le creen a los funcionari­os cuando los amenazan con meterlos presos y no estarían dispuestos a correr grandes riesgos frente a un gobierno que se va en cinco meses.

Mientras Kicillof manda gendarmes a la city, Oscar Parrilli, titular de la Agencia Federal de Inteligenc­ia (ex SIDE) decía ayer, refiriéndo­se a las funciones del nuevo organismo, que “no vamos a andar buscando argentinos a ver sin compran o no dólares”. Probableme­nte en las próximas semanas se pueda comprobar hacia dónde oscila el fiel de esa balanza oficial en materia de dólar

El interrogan­te es si ese método resultará efectivo en los próximos meses cuando, tal vez, la búsqueda de dolarizaci­ón supere a los temores de hacerlo.

La otra pata de la táctica oficial, la de subir las tasas de interés para hacer más atractivas las colocacion­es en pesos no habría que descartarl­a.

Hoy los depósitos de hasta $ 350.000 reciben una tasa de entre 22% y 23% anual, que puede compensar frente a un dólar oficial aquietado pero que sigue perdiendo con relación a la inflación a pesar de que hubo una desacelera­ción que la ubicaría en 26% anual.

Pero los depositant­es más grandes, del orden del millón de pesos, estarían consi- guiendo 20% anual, bastante menos que la inflación.

Otro tema a considerar es que la montaña de depósitos en los bancos, sin encontrar demanda de crédito por parte de las empresas, se produce en un contexto de

exceso de pesos explicado por el creciente déficit de las cuentas públicas.

Hay al menos dos datos que pueden dar una idea del marco de deterioro de las números del Tesoro.

En los primeros seis meses, la recaudació­n impositiva crece 31% con relación al mismo período de 2014.

Frente a esos ingresos, en los primeros cuatro meses del año el gasto público creció 41% y nada indica que vaya a ceder su galope en las cercanías de las elecciones.

Hay una catarata de pesos por el déficit fiscal. Y otra montaña de pesos en los bancos esperando destino. El resultado, hasta ahora, es que el Tesoro se está convirtien­do en una aspiradora del billetes vía la colocación de bonos.

Ayer salió a buscar $ 3.000 millones ofreciendo bonos Bonac 2016 (pagan 27%

anual) y terminó tomando $ 5.600 millones después de que el mercado le ofreciese más de $ 8.000 millones.

Los pesos desbordan en manos de los bancos y del Gobierno, al punto que esta semana no sólo salió a buscarlos el Tesoro sino que, a diferencia de los capítulos anteriores, también lo hizo el Banco Central colocando letras.

El déficit público intenta llevarse todos los pesos que andan dando vueltas para evitar que se queden flotando en el mercado y se desvíen a alimentar la inflación o el dólar paralelo. La puja puede cobrar intensidad.

Un economista memorioso comentaba ayer que el “impulso fiscal” que está dando el Gobierno, en el intento de expandir el consumo en el corto plazo, es el más fuerte de toda la época kirchneris­ta.

El Gobierno está concentrad­o en el corto plazo y en el mercado interno mientras que en China la bolsa se derrumba por la caída de la actividad, Grecia discute un salvataje para ver si sigue dentro del euro, el petróleo y otras materias primas apuntan hacía abajo en el mercado internacio­nal y el dólar sigue fortalecié­ndose en el mundo.

Pareciera que el juego del dólar y la tasa resulta endeble para enfrentar una situación externa delicada y un cuadro interno desequilib­rado.

Hay un “boom” de depósitos a plazo fijos en los bancos y la mayor parte está colocada a treinta o sesenta días. Kicillof manda gendarmes a la city porteña y Parrilli dice que no espiará a quienes compren dólares.

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George Washington.
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