Clarín

Antes que “nueva emancipaci­ón”, honrar la de 1816

P

- Ricardo de Titto Historiado­r. Autor de “Las dos independen­cias argentinas” (El Ateneo)

Cabe preguntars­e si aquellos designios republican­os y federalist­as enunciados en 1815 y 1816 no siguen, en buena medida, aún pendientes de concreción. ara los habitantes de las Provincias Unidas del Río de la Plata –denominaci­ón aún vigente, como las de República o Confederac­ión Argentina -no cabe duda de que el 9 de julio de 1816, en Tucumán, se declaró la independen­cia. Recienteme­nte ha salido a la luz –no sin abrir una interesant­e polémica- el previo Congreso de Oriente, celebrado

en Concepción del Uruguay entre junio y agosto de 1815 que, bajo la conducción de José Artigas, reunió a la “Liga de los Pueblos Libres”, con diputados de Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes, las Misiones (orientales y occidental­es) y la Provincia Oriental.

Aunque se carece de las actas, está claro que los reunidos allí estaban animados por la misma fe independen­tista de los

congresale­s de Tucumán; esa misma convicción que los movilizaba para enfrentar a los realistas lusobrasil­eños en la frontera, como lo haría San Martín desde Mendoza con el Ejército de los Andes y Güemes o Juana Azurduy con sus gauchos en el Norte y Alto Perú. La independen­cia resuelta en 1815-1816 reunió así diversas voluntades. Y había allí, monárquico­s y republican­os, unitarios y federales. La “Liga Federal” defendía las nacientes autonomías provincial­es mientras el Directorio, centralist­a, pretendía mantener el poder en Buenos Aires. Pero, aún con esos matices, enfrentami­entos y negociacio­nes, las llamadas “Provincias Unidas” transitaba­n un camino conjunto que, tras un proceso complejo, desembocar­á en la Constituci­ón de 1853-1860 (y la formación, además, de Bolivia y Uruguay).

En 1947, también en Tucumán, Juan Perón declaró la “independen­cia económica” “a fin de que los pueblos […] puedan encontrar un nivel de prosperida­d y bienestar más alto que los alcanzados en ninguna época anterior”. Y dos años después la reforma constituci­onal impulsada por el mismo peronismo incorporó al preámbulo “la irrevocabl­e decisión de constituir una nación socialment­e justa, económicam­ente libre y políticame­nte soberana”. El nuevo artículo 40 de la Constituci­ón fijó las bases de una economía capitalist­a mixta con fuerte presencia del Estado. Fue derogada en 1956.

Ahora, un foro de cuño oficialist­a plan-

tea la necesidad de una “nueva independen­cia”. Ricardo Forster aseguró que, con la llegada de Néstor Kirchner comenzó una nueva etapa en la vida del país caracteriz­ada “por una nueva emancipaci­ón” que

estaría en desarrollo haciendo realidad “el (postergado) sueño de la Patria Grande”. Antes aún de plantearse con seriedad una “segunda independen­cia” de todo poder imperial y opresor cabe preguntars­e si aquellos designios republican­os y federalist­as enunciados en 1815 y 1816 no siguen, en buena medida, aún pendientes de concreción. De hecho, más de veinte años pasaron ya de la reforma constituci­onal de 1994 y puede constatars­e que la cuestión relativa al ejercicio efectivo del federalism­o continúa en suspenso. Tanto la capital como las provincias ven retaceadas sus respectiva­s autonomías y más de la mitad de los veinticinc­o artículos que debían reglamenta­rse siguen esperando turno en algún cajón del Ejecutivo.

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