Clarín

Kicillof, en medio de la danza del dólar

El ministro se queja por el peso del dólar en la agenda pública, pero no deja de referirse al tema. El contexto externo también inquieta: devaluació­n en Brasil y desacelera­ción de la economía china.

- dfcanedo@clarin.com Daniel Fernández Canedo

Axel Kicillof es un ministro con un comportami­ento particular: dice no importarle lo que pase con el dólar, pero no para de hablar de los problemas que generan la falta de la divisa estadounid­ense y su cotización.

El tema del dólar, su nivel y su atraso relativo frente a la inflación, además de tener consecuenc­ias económicas, como el salto en la demanda de divisas para ahorro y para turismo en el exterior, está llamado a ocupar un espacio importante en la campaña, antes de las elecciones primarias o camino a octubre.

El ministro expuso ayer claramente su pensamient­o sobre el tema: “No hablen del atraso cambiario porque joden a la gente”.

Evidenteme­nte, lo que quiere Kicillof es que no se hable para ratificar su política de atraso cambiario hasta el fin del mandato de la Presidenta y para evitar pagar los costos de los desfasajes que acumula la economía y que requerirán correccion­es del próximo gobierno.

Las presiones sobre el mercado del dólar paralelo venían desde hacía semanas.

El creciente déficit fiscal, de la mano de un gasto público que crece al 40% mientras que la recaudació­n lo hace 10 puntos por debajo, fue sumando combustibl­e a la presión sobre el dólar, incubada a base de que el precio del dólar oficial vino creciendo en torno de un 1% mensual mientras que la inflación lo hacía al doble.

Así, el dólar oficial, que ayer cotizaba a $ 9,19, pasó a ser un producto barato que el Gobierno a partir de octubre de 2011 comenzó a dosificar ante la evidencia de que, a ese precio, la demanda de dólares resultaba muy superior a la oferta y las reservas del Banco Central entraban en zona de estrés.

De este modo, se llega a un escenario en el que el Gobierno no quiere devaluar para evitar, como ya le pasó a comienzos de 2014, que un salto del dólar impacte en la inflación y que eso haga caer el poder de compra de los salarios. Un resultado difícil para tiempos de elecciones. Pero los dólares no sobran para sostener la situación.

Hoy, las reservas del Banco Central superan los US$ 33.000 millones y en el entorno de Alejandro Vanoli, titular de la entidad, sostienen que para fin de año podrán estar en US$ 28.000 millones.

Hasta la semana pasada, en el cómputo de esas reservas estaban los US$ 7.000 millones que tienen los depositant­es en el sistema financiero. También contaban unos US$ 500 millones de un bono que colocó YPF: Miguel Galuccio, presidente de la petrolera, habría recibido la sugerencia de dejarlos sin destino.

Además, la caja registraba el equivalent­e a US$ 7.106 millones del ya famoso (en el sistema financiero) “swap” del Banco Central de China, que podría ampliarse hasta el equivalent­e a US$ 11.000 millones y que es mencionado por varios funcionari­os como arma de última instancia contra la suba del dólar.

Los números hablan de una situación de las reservas que merece atención: si de los US$ 33.000 millones de reservas, hay unos US$ 7.000 que son de los depositant­es y otros US$ 7.106 millones que son “cosmética” (para pasar los yuanes a dólares habría que ir a Hong Kong y eso tiene un costo adicional), lejos se podría hablar de

abundancia.

A ese cuadro hay que agregarle el también famoso tema de los US$ 6.300 millo

nes que el Tesoro debe pagar en octubre por el vencimient­o de los bonos Boden 2015, para lo cual, dicen los funcionari­os, se echaría mano a las reservas del Central.

Respecto de los Boden 2015, algunas versiones afirman que el Gobierno podría armar la jugada de adelantar el pago para dar la certeza de cumplimien­to y, además, aumentar la oferta de dólares con el fin de ayudar a abastecer al circuito del paralelo.

En algún momento se especuló con que el Gobierno, como sería lógico en una situación de normalidad financiera, ofrecería un canje de bonos para ahorrarse el desembolso de divisas pero, por ahora, no hay señales claras de que piense en hacerlo. Tal vez porque crea que los tenedores de los títulos le exigirán los dólares billete ante la sensación de escasez en los mercados.

En el trasfondo de este escenario está el hecho de que las exportacio­nes argentinas caen (el saldo comercial del primer

semestre fue el menor en 15 años) en buena medida por el atraso cambiario, porque la Argentina no tiene crédito externo a tasas razonables (los bonos ofrecen tasas altísimas del 9% anual en dólares) y porque en los últimos años se comió en consumo el stock de reservas del Banco Central.

A eso, ahora sí, se le agrega la devalua

ción del real brasileño (en el JP Morgan creen que el dólar costará 3,55 reales a fin de año), la desacelera­ción del crecimient­o

de China y la creciente certeza de que, a partir de septiembre, la Reserva Federal de los Estados Unidos comenzará a subir la

tasa de interés.

Del meneado “viento de cola” para la economía argentina va quedando, pese a la baja, el todavía buen precio internacio­nal para la soja (aquí los productore­s reclaman porque el atraso del dólar y las retencione­s le esmerilaro­n la rentabilid­ad) y la potenciali­dad del campo para producir alimentos.

Con pocas reservas efectivas en el Banco Central y un contexto internacio­nal más complicado, se agigantan las dudas sobre las posibilida­des que tendrá la Argentina para crecer el año próximo.

Y una pregunta esencial es: ¿de dónde saldrán los dólares necesarios para financiar el crecimient­o?

Los candidatos se niegan a hablar de que una devaluació­n del peso sea el único ca

mino. Se inclinan por evitar las precisione­s y si se las reclaman, prefieren decir que bajarán las retencione­s a las exportacio­nes para evitar un salto cambiario.

Como es obvio, se habla poco de la disputa con los fondos buitre y de los compromiso­s impagos con parte de los bonistas, y también de la acumulació­n de giros de utilidades que no se realizaron o de los pagos demorados de importacio­nes. Para todo eso, y muchas cosas más, se necesitará­n dólares. Tal vez por eso Kicillof hable tanto del tema.

Además, la actual brecha de 62% entre la cotización del oficial y del paralelo está indicando que algo habrá que modificar en caso de que se vaya prolongado en el tiempo la táctica de Kicillof de seguir con el dólar oficial aquietado y el “blue” bajo presión.

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George Washington y Herminio Iglesias
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