Llegaron los cerditos a La Rural y fueron la atracción de la tarde
Hicieron su aparición de madrugada, siete días despúes del arranque de la feria. Y nadie se los quiso perder.
Los cerdos siempre son los últimos en llegar a la Exposición Rural. Su ausencia genera expectativa y eso los convierte en vedettes de la escena. Ayer, siete días después del arranque de la expo ganadera, hicieron su aparición triunfal y nadie se los quiso perder.
“Son muy lindos pero aburridos, ni se mueven”, aseguró Ayelén Gallo, de ocho años, petrificada frente a la jaula de un Yorkshire, la raza más famosa, esa versión rosada que parece desconocer los lodazales. Es que ajenos al ruido, los cerdos dormían profundamente.
“Lo que más me pregunta la gente es si están dopados. Claro que no, lo que pasa es que llegaron a la 1:30 de la mañana, encima hizo un calor bárbaro y ahora están relaja- dos, el movimiento de la gente los cansa”, explicó Juan Carlos Greco, encargado del pabellón y expositor de la cabaña La Blanquita.
Los cerdos llegan más tarde a la Expo Rural, pero no porque sean estrellas: es un “souvenir” que dejó la gripe A. En 2009, se prohibió su ingreso porque se temía que el virus se contagiara de humano a cerdo. Un año después volvieron a Palermo, pero ya nada sería como antes, desde entonces ingresan más tarde.
El remate se hará el domingo y hay varios mitos que desterrar. No es cierto que los campeones sean siempre lo más caros. “Un segundo o tercer puesto a veces saca más plata. Puede ser que el campeón sea más uniforme y el mejor ejemplar de la raza, pero quizás el criador necesita un animal más largo y entonces no le sirve”, señaló Greco. Ser campeón tampoco garantiza finales felices. La historia de la corona de laurel encierra algunas lágrimas. Hubo ocasiones en que nadie compró al campeón y se tuvo que volver a su cabaña.
El cerdo también es rey en el plato; años atrás, los argentinos comían 6 kilos anuales por persona, hoy el consumo llega a los 12 kilos. Pero ayer, ajenos a eso, la carpa de los cerdos estaba de fiesta, un particular festejo en el que los anfitriones sólo dormían.