Clarín

De los tiempos de Ñaupa

- Laura Haimovichi lhaimovich­i@clarin.com

Con mucho gusto y fina voluntad, y si no se lo toma a la chacota ni se ríe a lo pavote, voy a contarle cómo se hablaba en los tiempos de Ñaupa (tiempos tan antiguos que registran más añoranzas que pasiones) sin hacerme la pizpireta ni darle demasiado chamuyo. No le voy a cobrar un solo morlaco y espero que me pesque aunque no le dore la píldora. No, no lo estoy cachando, pero tampoco se engrupa. ¿Piensa que estoy colifata? Por favor: no sea babieca. Si no le satisface, lo guarda en cualquier armatoste o mamotreto. Al fin y al cabo, en el onomástico no siempre se reciben obsequios finolis. Pero antes, présteme atención sin que haga falta que se emperifoll­e y menos que se transforme en un traga.

Esta es una excelente bicoca, así que no haga mucho bochinche. Escribo para los cosos y las cosas, los alfeñiques y los que tienen busarda, las cachondas, los nenes de mamá y los cusifai. No se ponga quisquillo­so que no está para el soponcio. Pero si quiere estar en la po- mada y no quedar virola ni volverse lunático, póngase unos buenos tamangos y los mejores lompas y váyase a otro jolgorio a escuchar un longplay, aunque sea en un sucucho. Pensará que estoy medio jovata, pero la estoy pasando de rechupete, sopenco. Tal vez no tenga gollete y todo sea en balde, pero me doy el gusto con este berretín sin hacer demasiado despiplume. Y esto va en homenaje al mequetrefe que aunque parece un carcamán no es ningún badulaque. Sé que algunos por hache o por be no van a entender ni jota. ¡Caray! No los voy a relojear y espero que no se lo tomen para el churrete. Quevachach­é.

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